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Mostrando entradas de 2020

Viajar

  Esto escribía Martín Caparrós, viajero y cronista de raza, en julio de 2019. Más o menos. En pleno invierno austral y pleno verano aquí. Lo que más sorprende de todo es esa intuición cuando dice que el "viaje pronto curará el cancer o  el refriado". El cáncer no lo sé, pero el resfriado seguro.  Martín Caparrós "Ahorita" Apuntes sobre el fin de la Era del Fuego Cuadernios Anagrama 2019 

Vacunas

Ayer comenzó el negocio. Y siento  que hablar de las ganancias privadas de esta vacuna puede resultar ofensivo para los miles de muertos por este virus inclemente. La humanidad entera lleva casi un año fuera de órbita tratando de volver a la casilla de salida. Por eso la urgencia de todo esto. Y sin embargo, hay que hablar. Porque esta pandemia está fagocitando toda crítica bajo el manto de la  urgente sanitarización de la vida amenazada.   Se han invertido casi 5.000 millones de euros de dinero público en esta vacuna que ayer Francisco Guerrero Cano estrenó en Navarra. Y se calculan 32.000 millones de beneficio privado. Me dirán que se salvan vidas, sí. Pero escuchen a la científica Els Torreele: “Esta pandemia muestra la manera en la que funcionan las cosas habitualmente. Ahora hay más inversión pública que nunca, pero el control sigue en manos de las empresas privadas: tienen la propiedad intelectual, fijan los precios y deciden cómo hacer los ensayos clínicos”. Y esto no tiene nada

La noche inquieta de Menéndez Salmón

Si has pasado de cierta edad y  empiezas a leer esto, sabes que parte de tu biografía puede estar ahí. Tu puedes haber sentido la enfermedad de cerca, la muerte ajena, el dolor, el desapego, incluso ver caerse un pared, esa contra la que te apoyabas tras el llanto infantil, incluso más aún,  haber tenido un padre alcohólico al que quisiste de esa manera que se quiere a los padres alcohólicos. Tu ya sabes.  Pues eso, sabes que  estás ante una novela que te puede hablar de ti. Entonces tu entras en esa noche quieta que se agita y te vomita desesperadamente océanos de hiel y sabes que te vas a encontrar con algo que te suena. O casi. Yo lo hice. No era una noche quieta, fuera sonaba el viento frío y las ventanas se agitaban como cuando la sangre da vueltas alrededor del cerebro.  Este texto autobiográfico donde el yo intimo se expone a una inclemente noche de memoria, me recuerda a  una cita de una novela de Richard Powers que cita Rodrigo Fresán en su “Parte Recordada”, esa que dice que

Aitor Etxarterentzat

Y de repente se  me escapó una lágrima. Como cuando sabes que algo se agota sin remedio. Entonces encontré un verso de Walter Benjamin con el que quise secarla. Él solía citarlo a menudo. Entonces releí ese verso y encontré la clave de bóveda que sostenía sus pasiones. Estaban ahí y lo imaginé incansable, construyendo un tiempo que rueda despacio y ausente de furia.  Y se hizo el silencio. Y ahí estaba la vida vivida a todo volumen como habitando un monasterio vacío que un día le oyera decir a Leila Guerriero. Porque él, había conjugado, como ese excelente docente que era,  sujeto, verbo y predicado con la misma intensidad que Homero había escrito su Odisea, por donde, por cierto, él solía navegar  esas noches  donde la soledad es un desierto sin paliativos.  En este verso de Benjamin, reposa el alma de un hombre imprescindible para esta ciudad y que desde ayer es un poco más huérfana:“   El nuevo sol es mi pensamiento sin fin y mis pensamientos son los rayos virando hacia la tierra, d

Misión cumplida

Aquel  conocido militante de EH-Bildu se presentó en el cuartel de la Guardia Civil y solicitó hacer una declaración. El cabo que estaba en la entrada le preguntó qué tipo de declaración.  -Quiero condenar el terrorismo de ETA, -dijo.  El cabo le miró sobresaltado como si hubiera escuchado a un médium anunciándole la fecha de su defunción.  -Bien, eso debe ser trasladado al Tribunal Supremo, -acompáñeme, dijo el cabo.   Tras una llamada, llevaron al militante a una sala vigilada por dos guardiaciviles. En la sala vacía había una gran pantalla de TV. En ella aparecía, en directo, el Juez Marchena. Un hombre acostumbrado a escribir necrológicas.  -El Juez le preguntó, -qué quiere usted condenar  -El militante insistió, -el terrorismo de ETA. -Bueno le hago saber que esa condena no es válida si no es en firme –dijo el Juez -Qué es en firme pregunto el militante -Debe ser compartida por el partido al que usted pertenece -Y debe ser pública y justificada.  A continuación el militante le mos

Una Patria amnésica

Leí “Patria” por si dentro de esas 642 páginas encontraba algún enigma por descubrir más allá de lo que uno ya sabía. Y lo que uno sabía era que había que poner a funcionar la memoria. Y entonces sonaron los ecos de los disparos, que diría Edurne Portela, y los llantos y entierros y torturas negadas y cárceles vejatorias y viajes de norte a sur y los sicarios a sueldo de los presupuestos, y un relato enfangado y la sangre y las iras y las maneras de entender el mapa y los odios taladrándonos como chispas en el corazón. Y sufrimos los usos y abusos de un conflicto que se eternizó como un fruto extraño. Conflicto que lejos de sedimentarse, algunos siguen empeñados en resucitar y rentabilizar hasta el asco, porque fue y sigue siendo el pecado del que comen caliente cada día. Llegó la serie “Patria” y la vi por ver si me había perdido algo. Y siento que la novela ha pasado por una UCI terapéutico-asistencial. Pero es el mercado amigo. Porque la serie ha reblandecido hasta el mer

Ni tan mal

Se marchó a Londres hace cuatro años. Es enfermera y trabaja en el Saint Thomas Hospital. Cada año vuelve a casa por Navidad. Por ella no vendría. Pero no queda otra que cumplir. Con el vuelve a casa vuelve, con sus cuatro hermanas casadas, con cuñados progresistas que resultan ser muy conservadores y con una camada de sobrinos como sacados de “Las palmeras salvajes” de Faulkner. Ahora entendía eso de que un beso es el primer paso hacia el canibalismo. Su madre, pobre, solo vendría por ella. Y ella no es que sea aburrida, ni asocial, ni padezca patología alguna, que va. Solo que las Navidades le pesan como la gravedad. Así que cuando se enteró de las restricciones que impiden juntarse más de diez, sacó un “Iñurrieta” y se lo metió en palanca. Y otro. Así hasta cuatro. Era de las que pensaba que el vino no arregla los problemas, pero el agua tampoco. Luego llamó a una de sus hermanas y le anunció la borota del año. Este año no vendría a Pamplona. Su hermana le preguntó si había bebid

D10S

A la misma hora en que Dieguito moría, yo estaba enfrascado en la vida de Facundo Cabral, nacido argentino y asesinado en Ciudad de Guatemala en 2011 confundido con un narco. A esa hora leía a Leila Guerriero, argentina, periodista de raza y residente más al sur de la casa Tigre, donde Dieguito moría. Y Leila, argentina que escribe con desesperación y alevosía pone en boca de Cabral una frase que él pronunció y que se me antojó como un epitafio para Dieguito: “No quería vivir. Despertarme era una tortura. Me parecía que la vida iba a ser así siempre. Pero la vida fue otra cosa”. Me gusta el futbol lo justo. A lo más un partido de tirón en la tele al año. He estado en el Sadar una vez. 1985, Osasuna-Glasgow Rangers. Ganaron los rojillos (2-0), así que la muerte de Maradona no me envilece ni me emociona más de la cuenta. Sin embargo no soy inmune a la trascendencia de los mitos. Dice Jorge Valdano, refiriéndose a D10S que: “ fue el fatal recorrido desde su condición de humano al de

Una madre ahorcada

Dicen que mató a su hija. Dicen. La Justicia lo ratificó. Ratificó. Con pruebas. Pruebas. Y ella lo negó. Negó. Nadie sabe que extraña nube negra envolvió ese cerebro, quizás enfermo. Solo ella. Ella. Y su soledad como un pálido fuego. Como un susurro de Nabokov. Nadie, ni siquiera ella, sabía que un día acabaría sabiéndose de memoria, cada página, cada línea, cada letra de “La anatomía de la melancolía”, de Robert Burton. Me hubiera gustado estar presente en esos sus diez segundos finales. Los que median entre acordonarse la soga, la cuerda, o lo que fuera y dejarse caer en ese vacío que te transporta a una galaxia infinita de luz blanca y amarga. Y sentir. Sentir ese ruido opaco que te aleja del presente, ya. Como un chasquido de liberación en la despiadada noche. Nadie sabrá, nunca. Nunca. Dicen, dicen, que un suicida accede a un segundo definitivo de lucidez mental. Y que en ese segundo se fragua a la inapelable idea que nada definitivo volverá a ocurrir, salvo, una idea concéntr

Esa tumba azul

Vi a esa madre retorciéndose de dolor mientras cenaba. ¿Dónde está mi bebé? ¡Ayudadme¡ Gritaba como si el diablo se estuviera ahogando en sus venas. Pero era su hijo Joseph, nacido en Guinea Conakry, quien se ahogaba en aquella tumba azul que alberga ya a 35.000 almas que un día creyeron en la tierra prometida. Yo cenaba mientras Caronte trabajaba a destajo. El día había transcurrido en medio de un vértigo inmóvil, entre cifras y estadísticas. Todo viciado por la nueva lingüística de la pandemia. La gente, desorientada, iba a lo suyo. Con la cabeza gacha, como subyugada por una yunta de bueyes. Se escuchaba el silencio deambulando por muchos escaparates tristes. La ciudad sonaba como río de melancolía. Contagios y muertos desindividualizados se contaban con una pereza sobrenatural. Y en medio la vida. Extraña como la ruina de una sonrisa. Una manifestación de hosteleros pedía más bares y menos políticos. Que era como decir que la política es una puta mierda gestionada por tri

Susan por un lado, Sontag por otro

“ Si tu casa está en llamas y el techo se desploma, los reflejos pueden salvarte la vida. Si un tipo duro te lanza un encendedor y lo agarras al vuelo, puedes acabar casada con un imbécil. Pero si sales de este pueblo de mierda y te pones a leer un poco, algún día los reflejos pueden servirte para desentrañar el orden de la cultura contemporánea “ Así habla Susan Sontag. Y aquí se condensa su vida. En estas 703 páginas de una sublime intensidad que te enganchan como un tobogán enloquecido. 703 páginas que te empujan hacia el centro de la tierra como una fuerza invisible. Que te atrapan porque delante no solo hay una mujer que aspiró a concentrar en su vida los años más fascinantes del siglo XX, sino un personaje que vivió y actuó para hacer real la máxima de Chéjov: "No hay nada más terrible, insultante y deprimente que la banalidad". Estas paginas, de una prosa y perspicacia impresionantes, te ayudan a descubrir a uno de los personajes más icónicos del siglo XX. Quizás e

Misas blancas

Aprovechando el bajón anímico del personal, la desmovilización y la creciente despolitización de una vida infectada, el arzobispo de Pamplona se ha venido arriba. Cansado de explorar en la metafísica de la fe, ha lanzado una OPA a la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. Esta Hermandad viene celebrando el día 19 de cada mes una misa negra en conmemoración del golpe franquista de 1936. La pandemia ha cancelado estas prácticas exaltacionistas, sí, pero el arzobispado, lejos de reprobarlas, quiere higienizarlas. Por eso ha propuesto a los cruzados que trasladen sus happenings subversivos a la Catedral de Pamplona. Que es como sacarlas del zulo de los “Caídos” para situar la exaltación en el gran espacio público de los creyentes. Él mismo dice: "no hay que darle más importancia, es un acto de adoración y de petición por todos, como ocurre en el Valle de los Caídos, que no se pide solo por unos sino por todos". Sí señor. Junte usted sin pudor a víctimas y verdugos

Duralex

Soy de los que ha comido en platos de duralex durante muchos años. Esa vajilla de nuestras casas que ha perdurado como los relatos de Faulkner. El Tribunal de Comercio de Orleans comunicó el 23 de septiembre pasado el cierre definitivo de la empresa. Pero como dice Rodrigo Fresán, mi memoria ahora es no lo que recuerdo sino lo que no he olvidado. Y esta vajilla está ahí, como si estuviera conversando con ella una noche de invierno alrededor del fuego de nuestro propio pasado. Y como homenaje a ese final saqué esta vieja fuente que aún aguanta en la casa del pueblo y la adorné de los últimos tomates de la huerta. Al chocar el tenedor con la fuente se produjo un ruido familiar. Y entonces la pandemia dejó de ser una maldición. Porque aquellos tomates apretaron el gatillo de la memoria. E irrumpió la maldita normalidad.

Tres días

Caminaba a duras penas, sostenida por un andador que manejaba nerviosa. Me fijé en sus zapatos, pequeños como los de una muñeca. Su rostro casi oculto por una mascarilla delataba una mujer en tiempos hermosa. Iba maquillada , quizás para ocultar la distopía dictatorial de un tiempo ya cansado. Eso imagine, pues la mascarilla solo dejaba al descubierto una mirada perdida enganchada a una soledad definitiva. Por un momento recordé a mi madre. Pero ella seguía viva, caminando por aquella acera en busca de su hermana ingresada en una residencia. Hacía veinte años que no se veían. Me preguntó por dónde se entraba. Yo iba por la misma acera cargado con un estado de alarma entre psicótico y esquizofrénico. Aquella pandemia estaba abriendo un gran agujero en el presente. -Le dije que por ahí, señalando una puerta que señalaba un futuro incierto. Llamó al timbre y oí que preguntaba por su hermana, enferma de COVID. –No señora, no. No se pueden hacer visitas a los residentes, dijo una e

Doris Lessing 101

Si hubiera vivido, hoy habría cumplido 101 años. Pero va a hacer siete que murió. Doris Lessing, hija de colonos británicos, nació en el actual Irán, aunque su alma blanca siempre fue negra, pues fue hija del África negra colonizada por los restos del Imperio Británico del que formaba parte y que ella vivió como una decadencia. Y es que vivió treinta años en la profundidad de Rodesia, actual Zimbabue. Doris Lessing fue ante todo un torpedo a la línea de flotación de muchos sistemas de pensamiento, palabra, obra y omisión. Comunista hasta médula y excomunista hasta el tuétano sin hacerse anticomunista ni anunciarlo a los cuatro vientos, feminista sin pretenderlo -fueron los movimientos feministas quienes tras la lectura del “Cuaderno Dorado”, la declararon icono de las reivindicaciones feministas de los años sesenta y setenta-, antirracista, anticolonialista, ecologista y unidad familiar monomarental que diríamos hoy y así conjugando varios ismos más que supo gestionar hasta su muerte.

OBVIEDADES

A veces creo que el alcalde Maya padece ventosidad en la voz. Un punto de decir las cosas cual oráculo sociológico de la ciudad entera y verdadera. Como analizando el todo por la parte o la parte por el todo. Según convenga. El otro día un ciudadano llamó al 010 y dijo que estaba hasta el moño de los carteles que hay en las entradas de la ciudad, esos que dicen: “Pamplona es una ciudad libre de agresiones sexistas”. Esto le vino bien al alcalde para decir: ”efectivamente son carteles que, por obvios, no tienen sentido y lo oportuno sería retirarlos". Siguiendo esta lógica, por la obviedad consumista, se podrían retirar todas las vallas publicitarias que se anuncian en una Pamplona sobrada de centros comerciales. Pero hay más, al alcalde no le gusta esa: “imagen que se tiene de Pamplona que cuando se llega es que se hable de agresiones sexistas". Según Maya: “hay muchos ciudadanos que no lo comparten" y "está superado para el ciudadano medio de Pamplona el tener qu

AUDITORIO BARAÑAIN

No hay excusa que justifique este despropósito. Aunque culpables e intachables busquen la paja en ojo ajeno. Estamos ante un atentado cultural propio de una política venal e irresponsable. Y paga la ciudadanía de Barañain. Y muchas más. Pero esta pandemia lo tapa todo y los hipócritas se refugian en su soberbia. El Auditorio de Barañain se puso en marcha en 2003 tras una agonía de trámites y forcejeos. Desde entonces este espacio que quiso ser referencia cultural de Navarra, no ha levantado cabeza. Ya desde el principio quiso escribir su epitafio. Y es que una vez construido se mantuvo cerrado durante ocho años. Se dijo que no había financiación. Quizás. Pero desde entonces los problemas de titularidad, gestión, financiación, dirección y también laborales, internos y externos lo han convertido en un monstruo amable que se levanta cada mañana para confirmar su defunción. El Auditorio hoy es gestionado por una Fundación cuya presidencia ostenta Navarra Suma. Lo dirige un patrona

IMBATIBLES

T Tu lo ves entrar en la sala de proyección, retorcido, embozado en esa mascarilla que se le antoja el disfraz perfecto en estos tiempos de trágico carnaval, y sabes que este tipo es capaz de desplegar una franqueza que llega a ser indecente. Lo notas desde el principio de “El Drogas”. Sabes que este tipo resentido con el “glam” te ofrecerá un numero de trapecistas ahí arriba sin red ahí abajo. Y así empieza a conquistarte. Con esos primeros compases e imágenes de una música vertiginosa en la que él encontraba todo aquello por lo que valía la pena luchar y vencer. Una música más memorable que memorizable. Lo que ocurre mientras avanza “El Drogas” es que uno mira hacia atrás con vértigo y hacia delante con curiosidad. Lo estuve observando durante la proyección, lo tenía a unas tres filas por delante, y me preguntaba que estaría ocurriendo en esa cabeza mientras observaba su propia vida. Y me dije que tal vez su vida era un sismo que no dejaba de replicarle. Lo noté justo en el momento

Trampas

Le habían dicho que podía pedir una ayuda nueva que había salido, el Ingreso Mínimo Vital. Se lo había comentado un amigo que trabajaba en la Volkswagen. Txus tenía 60 años, esa edad resbaladiza en la que la vida comienza a seguirse por el por espejo retrovisor. Por si acaso. Esa edad en que se disuelven como azúcar la mayoría de planes sin cumplir. Txus llevaba en paro intermitente desde 2008. Acumulaba veinte contratos de mierda; en la construcción, hostelería y limpiezas. Txus era eso que llamamos un precariado que vivía agarrado a su mala estrella. Me preguntó qué era eso del “mínimo vital”. Se lo expliqué a grandes rasgos minimizando lo que los políticos decían: que si “protegerá a millones de hogares”, que “permitirá no dejar a nadie atrás”, o que “sacará de la pobreza extrema a más de un millón de personas”. Le dije que debía solicitarlo a través de la pagina WWW de la Seguridad Social pues las ventanillas en la administración habían desaparecido con una lucidez vertiginosa

Poema triste de Madrid

En las fotos de Clemente Bernad no hay rentistas del heroísmo, ni heroínas, ni salas de urgencias convertidas en el paroxismo de la compasión, ni aplausos, ni balcones, ni ventanas abiertas a la melancolía, ni trompetas al silencio, ni epitafios en medio de un circo, ni gentes que enciendan su solidaridad banal, tampoco eslóganes, ni siquiera un pararrayos contra la melancolía. En las fotos de CB solo hay un desafío a la teoría de la gravedad normativizada del confinamiento.  Como instantáneas descuartizadas por una pandemia que bien pudieran servir para ilustrar todas las novelas cienciaficcionistas de J.G. Ballard, desde “El mundo sumergido” a “El mundo de cristal”. Esta es la mirada de un errante en la ciudad donde se hunden las aguas de su tristeza, donde el tiempo pareciera prohibido y que como H. Lawrence parece decirnos: no importa cuantos cielos hayan caído pues tenemos que vivir. Y escuchar aquí las voces de los vivos como si fueran las de los muertos. Esos muertos que lo

A vueltas con los Sanfermines

Foto: Nicolas Ardanaz, Pamplona 1953 Me gustaría no herir a nadie. Porque sé que San Fermín es intocable. La Federación de Peñas pide una Mesa de los Sanfermines ante su incierto presente. Y dicen que no es un asunto prioritario pero sí de suma importancia para la ciudad. En qué quedamos.  Se han suspendido los Juegos Olímpicos, la Liga, las Fallas, la Semana Santa, la Feria de Abril y previsiblemente se suspenderá el Tour. Se ha suspendido el curso para millones de escolares que lo han perdido, millones de fam ilias se ahogan en la desesperanza, cientos de familias en Navarra aún no han hecho el duelo de sus muertos, millones de parados navegan a la deriva sin coberturas económicas suficientes, cientos de empresas han cerrado y se han planteado miles de ERTEs en Navarra mientras la vida se ha puesto cuesta arriba, como si tuviéramos que mirarla de reojo. Los Sanfermines serán importantes para la ciudad, cierto y muy cierto, para unos más que para otros, pero si hay que aprovecha

Vivir a tientas

Bomberos con máscaras respiratorias. Buenos Aires 1925 Dios había vuelto al curro y de nuevo empezó a mover el mundo. Pero entonces no supimos qué hacer con aquella libertad condicional recién conquistada. Con aquellas calles que se volvían a abrir. Y es que cuando dejamos el balcón para bajar a la acera liberada por primera vez desde aquel 13 de marzo, la vida no solo había cambiado, también nosotros habíamos mutado tras meses de hibernación. Y ahora no sabíamos orientarnos en aquel mundo que ya no era el mismo, aunque algunos optimistas por decreto no quisieran reconocerlo. Cientos   de muertos en Navarra nos habían dicho adiós en un tiempo record y muchas familias aguardaban un duelo insatisfecho. Miles de parados se agolpaban en las puertas del SEPE, cientos de pequeños negocios habían echado la persiana, los Sanfermines se habían suspendido, el curso escolar se había perdido, miles de familias pobres abandonaron las madrigueras pero la nueva luz no alumbró sus futuros i

LA INFANCIA SECUESTRADA

Foto: Ernest Cole /Magnum Photos/  Al principio lo pensé, pero me autocensuré. Porque también mi cabeza se confina. Y me convierto en el mejor sicario de mí mismo. Pero lo pensé. ¿Bajo qué principio se puede sacar a un perro a pasear y a cagar y a un niño, a una niña no?. Que alguien me explique ese incomprensible privilegio. Desde el principio, el confinamiento de los menores no ha admitido ni matiz ni discusión. Salvo situaciones relacionadas con la discapacidad, solo hubo alguna corrección al texto del decreto inicial. Y era que un menor pudiera acompañar a un adulto a la compra. Porque claro, nadie pensó que los menores no se pueden quedar solos en casa.  Y lo que veo a diario es que las clases sociales están siendo transverslizadas bestialmente por el confinamiento. Y a la infancia más pobre y más vulnerable, desprotegida, amenazada y que forman parte de esas familias que sobreviven entre la precariedad y la extrema pobreza, pagará un altísimo precio por esta crisis de salu

Viruscracia

Los balcones se han convertido en nuestra libertad condicional, ese lugar donde nos asomamos a la geografía imposible de transitar, desde el que vemos un   barrio desolado pero también socializado. Los balcones son ya la platea de los grandes aplausos, la orquesta de las cacerolas, el lugar donde combatir el aburrimiento y esparcir solidaridades. Los balcones son los respiradores de la nueva reclusión.   Pero los balcones y las ventanas y las rendijas por donde vemos el nuevo mundo silenciado, son también el   observatorio de los delatores, el mirador de esos guardas forestales del nuevo orden vírico. Entrevisillos se esconden   los nuevos guardianes del orden venidero.               Y es que en nombre de la pandemia y su erradicación se ha impuesto un nuevo control del mundo que empieza por el vecino. Como dice Leila Guerriero, vivimos el encierro como un alivio, el control social como un deber y la distancia con el otro como una señal de amor.   Pareciera que en una sociedad

¿Y si no hay Sanfermines?

El confinamiento ha consumado la devastación de la fiesta y la demolición del ocio callejero. Así que puestos a ir más allá, ¿quién no está pensando en la posibilidad de que no se celebren los Sanfermines del 2020 ?. Lo piensa mi vecino que me lo comentó el otro día como una eyaculación de la ansiedad, lo piensa mi jefa, y mi hermano que vive en Barcelona, me lo preguntó aseverando que sí, que si Valencia había caído, el frente norte no iba a ser men os, lo preguntan mis sobrinas, tan sanfermineras ellas y hasta en un grupo de whatsapps muy sanferminero, se lo piensa. Pero nadie se atreve a conciliar la hipótesis con la previsible realidad. Y nadie se atreve a dar el paso, ni palante, ni patrás. El alcalde Maya dijo el otro día que “habrá Sanfermines este año, pero vamos a ver cuando”. Claro, lo dijo el 23 de marzo. Así que el 28 de marzo, alguien tenía las cosas un poco más claras, don Javier Taberna, Presidente de la Cámara de Comercio, dijo: “No veo en absoluto factible que

El reto de los Servicios Sociales hoy

Foto: J. Koudelka /Magnum Photos/  El impacto de este agujero negro abierto en nuestras vidas es ya más que inquietante. Y aunque el sistema sanitario esté demostrando su capacidad de respuesta, en adelante el sistema de Servicios Sociales deberá complementar ese esfuerzo. No queda otra opción si queremos salir al rescate de la población más vulnerable y expuesta a la pandemia y responder así a los efectos colaterales del confinamiento. Este sistema, los Servicios Sociales, debe asumir este reto sin precedentes en su propia historia. Más allá de la tranquilidad de gestionar mejor o peor la pobreza. Más allá de la burocratización en que se ha convertido la intervención social y el tratamiento ofimático de la pobreza. En esta situación excepcional, nos toca repensar para qué servimos hoy y cómo seremos más útiles. Para ello es imprescindible repensar nuestras intervenciones, cambiar ritmos, objetivos, estrategias, recursos, horarios, dinámicas e incluso la propia organización y mo

De repente

Foto: Eve Arnold, Magnum Photos El miedo viajaba en un carro de supermercado. Se presentó así, sin más. De un día para otro, pillándonos a contrapié, sin saber cómo gestionar aquel desasosiego que solo padecían otros, lejos, muy lejos. De pronto, la realidad había sido suspendida y hasta la teoría de la gravedad quedó en entredicho. Alguien nos había robado aquella vida tan algebraica, tan segura. Entonces quise escribir la columna más desinfectada de todas. Encontrar la idea que explicara por  qué el universo se nos venía encima. Quise hablar mientras aquel polvo amarillo nos enloquecía sin avisarnos de antemano. Esforzarme para saber qué y quién estaba detrás de todo esto. O simplemente explicarme cómo habíamos llegado hasta aquí. Por qué nos protegemos de ejércitos invisibles y no sabemos qué hacer con este virus que desdibuja fronteras. Entonces, me puse una mascarilla para no caer en la paranoia conspiranoica. En esta llegaron las obligaciones del decreto de alarma. Y les d

El miedo

"Mefistófeles" Joaquín Espalter, 1872 Aquella ciudad estaba acostumbrada a respirar un aire extremadamente puro. Tanto es así, que muchos ángeles custodios sobrevolaban sus cielos para oxigenar sus pecados. En aquella ciudad se vivía de corrido, como en una circularidad constante. Sin sobresaltos. Porque aquella ciudad presumía de su bienestar hasta el punto de creerse un estado soberano sin más ley que la satisfacción por decreto. Así era aquella ciudad. Rica, ordenada, tranquila y eternamente agradecid a a su destino inscrito en letras de oro. La gente allí no rezaba, solo recitaba este salmo: “la primera receta de la felicidad es evitar la meditación prolongada del pasado”. Por eso allí el pasado ya no se conjugaba. Porque el presente había hecho acopio de toda la prosperidad jamás ideada. Pero también tenía sombras. Otra cosa es que no las reconociera ni cuando el cielo estornudaba y dejaba al descubierto los sumideros donde habitaban gentes que respiraban con un p