Soy de los que ha comido en platos de duralex durante muchos años. Esa vajilla de nuestras casas que ha perdurado como los relatos de Faulkner. El Tribunal de Comercio de Orleans comunicó el 23 de septiembre pasado el cierre definitivo de la empresa. Pero como dice Rodrigo Fresán, mi memoria ahora es no lo que recuerdo sino lo que no he olvidado. Y esta vajilla está ahí, como si estuviera conversando con ella una noche de invierno alrededor del fuego de nuestro propio pasado. Y como homenaje a ese final saqué esta vieja fuente que aún aguanta en la casa del pueblo y la adorné de los últimos tomates de la huerta. Al chocar el tenedor con la fuente se produjo un ruido familiar. Y entonces la pandemia dejó de ser una maldición. Porque aquellos tomates apretaron el gatillo de la memoria. E irrumpió la maldita normalidad.
El blog de Paco Roda