Juan Rossell, presidente de la CEOE. Foto: Juanjo Martín Vean esta cara. Párense detenidamente en ella. Dirijan su mirada donde el tipo supuestamente observa extrañado de sí mismo. Como si le hubieran pillado en un renuncio. Y observen este cuadro con escorzo quejoso hacia la izquierda. Miren esas arrugas, como olas surcando una frente incapaz de sostenerse sin apoyos, esa caída de ojos lacrimógena presta a desenfundar la espada. Miren esa boca, ancha, anchada de decir barbaridades y exabruptos. Esa contención de los maxilares que denotan años descuartizando a víctimas sin piedad. Miren esa vista a la izquierda, confundida de destino, dirigida al vacío, al hueco infernal de la arrogancia, donde todo cabe, hasta el olvido de una cita con Dios. Vean esa cara y no me digan que no anuncia un tedio absoluto, el tipo sabe que suceden muchas cosas pero siente en su interior, que nada está a punto de suceder. Porque él y su cuadrilla han creído que el mundo rota a su antojo.
El blog de Paco Roda