A Luis Rubiales lo llamó Abascal a altas horas de la noche del 24 de agosto mientras aquel meditaba su dimisión agarrándose el escroto. Abascal le hizo saber que los hombres de verdad –no los blandengues- no piensan con el cerebro, sino con los huevos, esos son los auténticos hombres, como él. Como él y como Rubiales, hombres que no dimiten de su hombría por un beso robado. Y ahí, en plena noche conspiracional, se preparó la puesta en escena del machismo más soez y más bastardo. Ahí se compuso la serenata emocional de un machista sin escrúpulos que eligió la estrategia bonapartista de seguir adelante. Un tipo que, lejos de reconocer su error y su culpa ante esa Asamblea, que siempre ha funcionado como un abrevadero de cargos y prebendas, pasó al contraataque para convertirse en víctima negando a la víctima su palabra y convirtiendo al sujeto agredido en objeto agresor. Y se vino arriba con el discurso que Abascal le había dictado la noche anterior, donde culpaba de todo lo ocurr
El blog de Paco Roda