El presidente, enfangado de corrupción hasta la médula dorsal de su ultima confesión de palabra acto y omisión, estuvo a la altura del farsante que ha construido para protegerse ante la evidencia más negra de sí mismo. Su propia ética y moral, arrastrada por la historia reciente de un país al que ha llevado a la bancarrota económica, ética y social, se tambaleaba pese al deseo desesperado de mantenerse a flote en medio del lodazal que él mismo había levantado. Rajoy no supo ni siquiera defenderse como un hombre de bien. Ni siquiera como un hombre de mal. Simplemente hizo lo que él sabe hacer. Alterar la realidad y aplicársela al pie de la letra. Aunque fuera falsa. O lo que es lo mismo, decir que es de noche cuando en realidad alguien ha bajado las persianas. Rajoy quiso ser un hombre de Estado pero acabó devorado por su propio estado de ánimo. Un hombre a la deriva tratando de engolarse tras los restos de un naufragio que anunciaba como útil y necesario para salir a flote e
El blog de Paco Roda