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Mostrando entradas de mayo, 2017

Más libros

El viejo Borges había llegado a Pamplona para   la inauguración de la 16ª edición de la Feria del Libro. Borges llegó con la idea de presentar su ultimo libro, El Aleph, un cuento que previamente había leído por teléfono a Marcela Abarzuza, responsable de una de las casetas de la Feria. Borges apenas firmó cuatro ejemplares de ese libro que contiene todos los libros en medio de un calor sanferminero. Calor que soportaba   el mexicano Juan Rulfo en la caseta de Gómez. Rulfo había llegado para promocionar una obra menor, Pedro Páramo. Y de paso evitar, si las ventas iban bien, el   cierre de esa librería emblemática. Los radicales libres   de Katakrak habían llamado a Jack Kerouac para que presentara su ultima novela , En la carretera , un libro que no hablaba de la vida, porque era pura vida. Henry Thoreau llegó con retraso a la caseta de la librería Walden. Se extrañó de ver su propio libro   ya editado por este último mohicano de la ciudad. En la caseta de Elkar, un tal Saizarbito

Urgencias

Llegué a un lugar llamado Urgencias a las cinco de la tarde. A esa hora en que   uno quisiera naufragar sin salvavidas.   Llegué confundido, como quien descubre un sofisma envenenado. Como quien, de pronto, descubre la debilidad de sus miserias enganchadas a un cuerpo hecho jirones. Y es que cuando llegas a ese lugar inmaculado   nada evitará sobrecogerte. Fuera luce el sol, pero la luz espuria de Urgencias te anuncia que nada te pertenece, ni tu propia palabra inflamada. Y nada evitará que sientas que la vida es un antojo de la materia. Porque,   a no ser que tengas práctica en la disección de este territorio, entrarás en un estado de ansiedad negra. Urgencias es un como un no lugar que diría Marc Augé. Por allí circulan toneladas de neutrones que sostienen cuerpos ulcerados. Pero también bi , el tiempo pasa de largo, como   como el de sa de largo buscando la ertenece, ni tu propia palabra inflamada. rvado por el peso llones de partículas en busca de la luz. Si detienes tu mirada

El coño neoliberal

El pasado miércoles,   el Área de Igualdad   del ayuntamiento organizó un debate sobre la prostitución. Bienvenido. Se pretendía así visibilizar a las putas que quieren serlo,   justificar su trabajo y desestigmatizar sus identidades. Estuve en el debate. Pero no me pareció tal. Porque el gran debate que arrastra el feminismo desde hace treinta años, entre partidarias de la regulación y la abolición, ni se olió. Allí solo se defendió la prostitución donde los compradores de sexo ahora no son puteros, sino bondadosos hombres faltos de comprensión que encuentran un coño libre de cargas emocionales y sin prejuicios ideológicos neoliberales.   Me declaro abolicionista. Pero no he llegado hasta aquí   tirando de moral.   Ni victimizo a quien usa su coño como herramienta de trabajo. La prostitución, como dice Kajsa Ekis Ekman, no es otra cosa que sexo, a veces puro y a veces duro, y otras veces ni eso, que se da entre dos personas. Una que quiere y otra que no. Pero el deseo está au

Haciendo memoria

Campo de Gurs/Josu Chueca/ Archivo departamental de los Pirineos Atlánticos Hay lugares que cuando llegas, sientes que han sufrido una cirugía demoniaca. Gurs es uno de ellos; un antiguo campo de refugiados entre 1939 y 1945 ubicado en el pueblo francés de Gurs, en los Pirineos Atlánticos. En 1939, tras el golpe fascista, muchos combatientes vascos tuvieron que cruzar la frontera buscando refugio. El estado francés construyó este campo que empezó siendo de refugiados y acabó siendo de concentración. En Gurs malvivieron y algunos murieron. Sabemos que en Gurs había 456 navarros y navarras. Y lo sabemos porque otro navarro empeñado en desentrañar esta historia lo cuenta en un libro de una intensidad y generosidad brutal: “Gurs, el campo vasco”. Josu Chueca es   historiador y dice que al finalizar la Segunda Guerra mundial, 60.000 personas habían pasado por allí. Y es que Gurs fue un eslabón más del universo represivo nazi. Un cementerio recuerda aquella tragedia iniciada con 2.7

Paso cambiado

Hoy es fiesta. Y quizás usted, obrero de la Volkswagen, se haya ido de puente a La Rioja. Nada que objetar. Pero para muchos este es un lunes más al sol. Unos cuatro millones de personas que sobreviven con poco más de cuatrocientos   euros al mes. Gente que vive con el tiempo prestado en medio de una polvareda de impotencias. En tiempos, hoy era uno de los días grandes del obrerismo de clase. Y sí, sigue habiendo obreros. Como Nora, una peruana que cobra dos euros por cada habitación que limpia en un hotel de aquí al lado. Como Ranjit,  que con  trece años trabaja en un taller textil de  Gujarat (India) y cobra 20 euros al mes por trabajar doce horas diarias. Como Luisa, que cobra 2 euros por la limpieza de cada portal. Ellas son otra clase. Pero este obrerío que hoy recorre dividido las calles de Iruña, juega en una liga muy diferente a las obreras de Sri Lanka o Marruecos. Además, las luchas ya no se dan entre patronos y currelas, sino entre gente con buen trabajo y