Llegué a un
lugar llamado Urgencias a las cinco de la tarde. A esa hora en que uno quisiera naufragar sin salvavidas. Llegué confundido, como quien descubre un
sofisma envenenado. Como quien, de pronto, descubre la debilidad de sus
miserias enganchadas a un cuerpo hecho jirones. Y es que cuando llegas a ese
lugar inmaculado nada evitará
sobrecogerte. Fuera luce el sol, pero la luz espuria de Urgencias te anuncia
que nada te pertenece, ni tu propia palabra inflamada. Y nada evitará que
sientas que la vida es un antojo de la materia. Porque, a no ser que tengas práctica en la disección
de este territorio, entrarás en un estado de ansiedad negra.
Urgencias es un
como un no lugar que diría Marc Augé. Por allí circulan toneladas de neutrones
que sostienen cuerpos ulcerados. Pero también bi silencios. Lo verás también en tu ropa
guardada en esa bolsa que contiene parte del día que has consumido. Esto indica que allí el tiempo se ha atascado en un bucle
de plata. Como el de esos relojes oxidados por la sonrisa de una momia. Porque en
esa camilla en que ahora tu vida se agiganta o enmudece, el tiempo pasa buscando
la complicidad de una risa o un gemido. Ese que oyes al otro lado de tu box,
como llaman ahora a ese espacio glacial en que te alojan. Y es que uno entra en
Urgencias sabiendo que el miedo y la angustia conjugan esos momentos
interminables. Y solo esperas que todo acabe. Salir de allí para volver a la certidumbre con la que cada mañana te despiertas. Para todos y todas las que trabajan en Urgencias. Porque saben, como diría Cioran, que la vida es una combinación de química y estupor. llones de partículas en busca de la luz. Si
detienes tu mirada en esa mujer con la cadera fracturada o en ese hombre infartado
y encorvado por el peso de sus renuncias, verás que todo lo explica el vértigo
o el miedo. O un calvario de soledades y
.
Artículo publicado el día 22 de mayo en Noticias de Navarra. Un tal Pedro Sánchez creía que había girado a un PSOE a la izquierda, pero servidor piensa que esto es solo es un fuego de artificio. Porque los barones de rosa amarilla esperan, como las hienas huelen la carroña.
Comentarios
Publicar un comentario