Tras ver todos los telediarios desangrándose con las imágenes del infanticidio palestino, me dolía la cabeza. Fui a por un par de paracetamoles, pero se me habían acabado así que decidí ir a la farmacia. Como no he desarrollado manías fijas, busqué una de paso que paseaba. Vi una inmensa, toda ella acristalada y muy iluminada, como si dentro estallase una discoteca. Decidí entrar pues el dolor iba camino de convertirme en una marioneta. Al entrar, una luz intensa y serena se amasaba con un penetrante aroma de orquídeas mezcladas con incienso. Creí regresar a la infancia. Pero no. Aquellos olores me recordaron que debía cambiar las sábanas. En ese momento dudé si había entrado en una farmacia o en un pasadizo hacia la eternidad pues sonaba una canción de Piazzola. Y aquella luz recortaba la negrura del día- Me fijé en las ordenadas estanterías lacadas de un blanco teológico. La vista se me iba al aglomerado de productos que simulaban un cuadro de Mondrian. Podías elegir entre produ
El blog de Paco Roda