Entre quienes me soportan cada lunes, hay gente que me tilda de canso . Lo sé. Uno tiene dificultades para disociarse de la realidad. Otros han preferido convertirla en una ficción indolora. Y sé que la crisis molesta, incomoda; que es letal para el carácter. Que agota las neuronas incapaces ya de liberar alternativas y que por reiterativa y persistente, nos vacía de endorfinas. Porque aburre su obsesivo carácter neurótico de tintes apocalípticos. Lo sé. Por eso hay gente que ya reniega de la crisis. Que la maldice como realidad, objeto de reflexión o simple excusa para la tertulia. Porque lo que quiere es buenrollismo positivo, ese que no crea anticuerpos. A esa gente cansada de soportar la crisis sin padecerla les aconsejo el libro del filósofo coreano Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio , un lugar donde las enfermedades ya no son bacteriales -superadas por el avance inmunológico-, sino neuronales. Y es que así como la sociedad disciplinaria foucaultiana producía crimin