A estas horas, mientras usted lee esto, ocho jóvenes de aquí al lado están delante de un tribunal de guerra. Hasta allí les ha llevado una noche festiva cargada de alcohol y cierta dosis de mala hostia mal gestionada. Poco más. Pero enfrente tenían a dos peones de guerra de este nuevo estado correccional. Y se lió parda. Así que lo que debió ser juzgado como una pelea tabernaria a cara de perro, acabó en delito de terrorismo por obra y gracia del nuevo paradigma judicial. Estos jóvenes se enfrentan a 375 años de prisión por delitos de terrorismo que solo llegaron a ser lesiones. De eso hay pruebas. Pero no han sido admitidas. Eso supone una vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva. Así que la venganza ha suplantado a la justicia incapaz de ser administrada por ese sanedrín carcomido por la nueva doxa punitiva. Y es que, a falta de gestión política, judicialicemos la vida, hagámosla insostenible, criminalicemos las palabras, los gritos, el humor, el amor, el
El blog de Paco Roda