En aquel viejo reino había sacerdotes que, mientras con una mano daban la absolución con suma elegancia, con la otra eran capaces de envenenar a sus confesados. Y había teólogos laicos que comían caliente gracias al pecado que trataban de censurar. Había jueces y magistrados de toga negra entre cuyos pliegues escondían una navaja toledana y una vara de medir de doble rasero. Había también comerciantes y especuladores que habían hecho fortuna en despachos presididos por la imagen del Corazón de Jesús. Había políticos analfabetos que lucían una hilera de dientes plateados dispuestos a dar una dentellada en el cuello de sus enemigos. Y había también constructores enriquecidos revendiendo solares y arreando golpes bajos a la Bolsa. Había periodistas y profetas que se excitaban anunciando nuevas desgracias y policías que hacían redadas en los bajos de las bibliotecas y museos de la ciudad. Había talibanes disfrazados de harecrismas y también enseñantes, gentes de la
El blog de Paco Roda