Cogí la 7 a las 8 en Etxabakoitz Norte. Iba casi llena, así que fue muy difícil avanzar por ese pasillo que te empotra contra la primera ración de realidad del día. El frescor de la mañana se volvió dulzón. Varias adolescentes blancas se montaron camino de los institutos. A medida que la villavesa se dirigía hacia San Juan se iba llenando de mujeres latinas, negras y árabes que cargaban con menores y carros de compra. En San Jorge ya iba a tope y las mascarillas no impedían sentir el aliento del desayuno en el cogote y un posado de ojos dormidos en tu hombro. Aquella villavesa de acordeón iba tan llena que parecía una ballena varada. Numerosos estudiantes se bajaron en el instituto Cuatro Vientos. Se liberó espacio, pero se ocupó enseguida por una segunda oleada de mujeres africanas que subieron en Marcelo Celayeta. Oí hablar francés e inglés, también árabe y supuse que estaba amaneciendo en Camerún, Nigeria y Marruecos. Y pensé que aquellas mujeres limpiaban el mundo. En An
El blog de Paco Roda