Cogí la 7 a las 8 en Etxabakoitz Norte. Iba casi llena, así que fue muy difícil avanzar por ese pasillo que te empotra contra la primera ración de realidad del día. El frescor de la mañana se volvió dulzón. Varias adolescentes blancas se montaron camino de los institutos. A medida que la villavesa se dirigía hacia San Juan se iba llenando de mujeres latinas, negras y árabes que cargaban con menores y carros de compra. En San Jorge ya iba a tope y las mascarillas no impedían sentir el aliento del desayuno en el cogote y un posado de ojos dormidos en tu hombro. Aquella villavesa de acordeón iba tan llena que parecía una ballena varada. Numerosos estudiantes se bajaron en el instituto Cuatro Vientos. Se liberó espacio, pero se ocupó enseguida por una segunda oleada de mujeres africanas que subieron en Marcelo Celayeta. Oí hablar francés e inglés, también árabe y supuse que estaba amaneciendo en Camerún, Nigeria y Marruecos. Y pensé que aquellas mujeres limpiaban el mundo.
En Ansoain la villavesa ya se había despojado de su escasa blancura. Encaramos hacia la conurbación norte de Burlada y Atarrabia donde las mujeres latinas dejaron a sus hijas en los colegios de la zona. Reían a coro y gritaban como si la vida fuera eso, un extraño escozor de felicidad. Al llegar a Burlada, tres hombres africanos subieron cargados con bolsas. Hablaban dialectos que sonaban como hechizos recién recitados. Eran obreros que iban camino de la obra.
Tras una hora rodando por aquella conurbación tan mixturizada recordé un artículo de opinión apestosamente racista sobre una mujer navarra que se quejaba que: “a las puertas de la jubilación, debía trabajar por la mitad de salario o su trabajo lo harían los inmigrantes”. Vaya, que estas mujeres que viajan en la 7 están socavando los esfuerzos de la gente de aquí, de la gente “normal”. Olí el racismo y me bajé.
Foto: Carolyn Drake. Magnum
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Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
Buenos días,
ResponderEliminarSoy una alumna universitaria que leyó el artículo de opinión en el periódico de noticias de Navarra online y me gustaría hacerle varias preguntas sobre el mismo. Espero que no sea una molestia para usted ya que con todo mi respeto siento curiosidad sobre las intenciones del artículo. Supongo que usted lo realizó como un alegato antirracista. Aun así, utiliza adjetivos despectivos y me gustaría saber si lo hace de manera irónica. Cuando habla sobre las diferencias de trabajos de las personas que entraban en la villavesa realiza una notable ditinción entre hombres y mujeres ¿lo hace conociendo sus profesiones por algún motivo? Al ser un escritor con prestigio del diario ha comentado en el artículo muchos prejuicios que son típicos como “Reían a coro y gritaban como si la vida fuera eso, un extraño escozor de felicidad” hablando de las latinas, resaltando que son ruidosas. Me gustaría saber si no es mucha molestia saber si ha escrito este tipo de comentarios para hacer énfasis en los prejuicios que hay en la sociedad a modo de crítica o si lo ha hecho con una intención meramente descriptiva.
Gracias de antemano,
Un saludo.
Laura
Hola Laura. En primer lugar agradecerle el tono y el contenido de su mensaje. Efectivamente el artículo ha podido desatar sospechas. Sin embargo, mi intención no era (ni es ) otra que denunciar el racismo. Cosa que he hecho en otros artículos publicados en este mismo medio y que se pueden comprobar. Respecto a ciertos comentarios que usted menciona y que yo escribí como " “Reían a coro y gritaban como si la vida fuera eso, un extraño escozor de felicidad” en absoluto expreso, como usted dice que: "las latinas son ruidosas" Yo no digo eso. ¿De dónde se deduce que reír y gritar como si la vida fuera eso,un escozor de felicidad, atribuya a esas mujeres un adjetivo ,el de ruidosas? . Es una frase literaria que no esconde racismo ni prejucio alguno. Creo. Y sí, mi intención, como usted mismo dice solo ha sido "hacer énfasis en los prejuicios que hay en la sociedad a modo de crítica o si lo ha hecho con una intención meramente descriptiva".
ResponderEliminarMuchas gracias y saludos
Paco Roda