Puigdemont se presentó ante el Parlament catalán con la espalda encorvada por el peso de la renuncia. Cargando con esa resignación que oxigenaba un tiempo que apestaba a sulfuro. Y habló. Pero Rajoy, de quien dicen se aplicó el verso de Kipling: “si puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan”, hizo como si no entendiera. Pero Rajoy sabe de sobra lo que Puigdemont quiso decir cuando dijo lo que dijo. Y le sorprendió. A él y a sus ministros alcoholizados de soberbia infinita. Y supo enseguida que se enfrentaba a un requiebro que le exigía posicionarse más allá del brazo en alto con la camisa vieja. Pero Rajoy, como buen caudillo africanista, no está dotado para la negociación, sino para la humillación. Hablemos claro. Rajoy no actúa, pese al periodismo tóxico, desde la responsabilidad. Actúa para el consumidor español de cruzadas. En 1992, Fernández Ordoñez le dijo a Felipe González: “Felipe, el gran problema de España será Catalunya”. Pero para Rajoy, Catalunya
El blog de Paco Roda