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Mostrando entradas de abril 27, 2015

¿Todavía hay razones para el Primero de Mayo?

Hablar del Primero de Mayo aquí y en 2007, en la Navarra sobresatisfecha, sobredimensionada, sobrada de índices de calidad, excelencia, eficacia, eficiencia y demás ítems valorativos de nuestra calidad de vida, es un atentado. Ganas de joder la manta. De hacerse el gracioso.   Demagogia de saldo o jipitrasnochismo biodegradable.   De no saber de qué va, de verdad, la realidad social, política y laboral de esta Comunidad. Una tierra   llamada a ser la California del Norte. Claro, hablar de esta efemérides rancia, casi ahistórica, de este evento marxista, comunista, obrerista, internacionalista o izquierdista es una vaga y delirante superchería de mal gusto que en esta Navarra feliz no tiene sentido. Hablar del Primero de Mayo suena políticamente incorrecto a estas alturas de la historia en la que quedan pocos obreros, aunque haya, eso sí, muchas más obreras y que, por cierto, ganen menos que ellos. Vale. Pero si   no podemos hablar, ni recordar   ese Primero de Mayo marcado a sang

Con nocturnidad y alevosía

V ivo con el ruido trepanándome la sesera cada fin de semana. Y sí, vivo en este Casco Viejo pamplonés convertido en un enjambre de bares gastronómicos, neotabernas de diseño y locales de juevintxo al por mayor. Pareciera que la ciudad se haya vuelto loca. Como si quisiera redimir su crisis a base de lingotazo va, lingotazo viene. Se impone el bar. Como si la ciudad se hubiera abonado a la barra libre de una hostelería tabernaria sin compasión. Cosas de la economía con diarrea y doble tracción. Y es que el oligopolio hostelero está convirtiendo este viejo barrio en un enorme botellón de diseño auspiciado por un ocio nocturno con ganas de quitarse de encima la mierda del día a día. No me malinterpreten. No estoy contra los bares. Estoy contra esa actividad hostelera que genera un grave impacto acústico y medioambiental. Aquí vivimos casi doce mil personas. La noche no se hizo para asaltarla y destrozarla, tampoco para convertirla en una berrea salvaje sin compasión vecinal.