Está en la Toscana navarra, donde empieza la Baldorba, tan cantada por B. Lentxundi. Se llama Venta Honda, en Barasoain. Fue parada y fonda de comerciantes, carreteros, andarines, gentes de mal y buen vivir, peones de oficios varios y gente de faena diaria hasta mediados del pasado siglo. Quizás un poco más. Sus últimos dueños y moradores dejaron el sabor ya desconocido de la entrega y la amistad bien entendida. Servidores de un tiempo ya caduco y un arte ya perdido, el de los venteros, esos artesanos de la memoria popular y testigos de historias quizás inconfesables. Los antiguos venteros de Barasoain ya no están. Pero sus descendientes la han recuperado para uso y disfrute, propio y ajeno. Y el pueblo recobra esa presencia que aún perdura en la memoria. Suelo ir a Venta Honda. Y entrando en ese patio, en tiempos paradero de calesas y caballerías, el tiempo se congela. Entonces, el vino, la amistad y unas costillas asadas con sarmientos del lugar logran descongela
El blog de Paco Roda