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Literatura y estado de ánimo


Cuesta pensar, hablar, escribir sobre el estado de esta realidad casi fantasma. Como si todo estuviera dicho, hablado y contado y nada sirviera ya para atraer su atención, como si estas líneas, perdidas en la red, apenas sirvieran para algo. Porque la reiterada insistencia del dardo envenenado  sobre la misma diana, cansa y ofusca toda sensibilidad. Todo está explicado, analizado y expuesto sin compasión ante el mundo y sus secuaces.Quien quiera saber qué ocurre y porqué, solo tiene que abrir los ojos. Nunca la verdad estuvo tan desnuda. Y nunca fue tan perversa su mirada. Sin embargo ¿qué hacer? callar, disfrazarse, revestirse de nuevos ropajes, cambiar la mirada, mirar para otro lado, asentir, perseguir al ladrón, suicidarse, quizás todo y nada de ello. Son tiempos duros que requieren de nueva posición, de perdidas y hallazgos. De entre la abundante literatura que cada año emerge, surgen títulos que nos pueden ayudar, no ya a entender lo que ocurre, ya no se trata de eso, sino a enriquecernos con su consumo para gestionar mejor nuestra tensión ante el mundo. Y eso  nos hace merecidamente más ricos. Por ejemplo, Adam Soboczynski, es un tipo polaco, joven, de la añada del 75 que ha escrito un librito que se devora de una sentada y que deja  un retrogusto políticamente incorrecto. El libro de los vicios (Anagrama) es una dentella a todo tipo de control, decencia, éticas y estéticas de la posmodernidad más condescendiente  y un jaque mate a la complacencia y la amabilidad literaria. 

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