Suenan los acordes estremecedores de la Tercera Sinfonía de Góreki. Llamada también de las Canciones Dolientes o de Las lamentaciones . Todo un monumento al dolor. En una cárcel de la Gestapo, en Polonia, una niña de 18 años dejó escrito con sus uñas, antes de ser ejecutada lo siguiente: "Mamá, mamá... No llores por mí". El compositor compuso esta obra maestra y lo hizo para la eternidad sonora, esa en la que los lamentos solo pueden encontrar el equilibrio y el consuelo deseados. Oigo la radio, leo los periódicos y me entran ganas de llorar y de vomitar abiertamente sobre los viles e ignominiosos raptores de nuestras vidas. Sobre los corruptos protegidos por la mentira oficial. Sobre los mercenarios de la indecencia política y social. Nada queda ya. O casi nada que decir. Tampoco oír. Todo será negado. No tres veces, sino las que hagan falta para justificar la vida en este fango si es preciso. Oigo a Góreki y siento el laxante de
El blog de Paco Roda