Obra de Juan Carlos mestre H acía tiempo que aquella mujer había hospedado su juventud en el cáñamo de la noche. De hecho respiraba como un susurro atascado en la agonía. Desde hace cinco años Caronte la espera con su barca amarrada a aquella casa de fúnebres fragancias. Cada noche le susurra al oído unos poemas negros que encienden sus ojos obturados por lágrimas heladas. Aquella mujer había sido visitada por el doctor Alzheimer hacía nueve años. Nueve años, como nueve ángeles recitando versos oxidados. Nueve años suspendidos en el calendario, como un ahorcado abandonado al vendaval de los enamorados. Aquella mujer vivía, sí. Pero cada día clamaba ser exterminada con un aerosol de ternura o morir bajo un arcoíris rociado de acuarelas y nenúfares. Pero no podía. O no le dejaban. Aun sabiendo que respiraba al son de una armonía que solo los muertos conocen. Y no, esta historia no es un cuento gótico. Es pura vida. O pura muerte. Forma parte de la cotidianidad amarga de nuestro
El blog de Paco Roda