Cada día que pasa uno siente que no puede ser peor, que más allá de estos límites imprecisos entre el miedo y el desasosiego, solo queda la revuelta que no llega, porque la sedición interna está ya saciada de descontentos. Pero uno mira más allá de sus límites más inmediatos y se avergüenza del tedio reinante revestido de compasión y hasta de la nueva piedad solidaria. La vida, las vidas empeoran sin pedir permiso, las biografías cortocircuitadas enferman y se desplazan plomizas cabizbajo por la calle. Los relatos entristecen y se someten a la más brutal resignación, se doblegan al inmerecimiento de unos guardianes del Estado en estado de corrupción permanente. Cada día la vida se retuerce más y más. Por sus aristas más finas, por sus demarcaciones menos consistentes. Como si una penitencia imprecisa pero cortante nos seccionara las venas de cada grito sangrante. Las familias, la ciudadanía y las personas ya no son las mismas. No
El blog de Paco Roda