Dicen de este hombre de aspecto aciago, que en tiempos entabló cierta amistad con el diablo y de ahí su rictus de amargura. Que compadreó con él y sus delirios balcánicos. Y también dicen que un día sintió el escozor de una luz negra que se posaba sobre su alma. Desde entonces, en vez de ángeles ve luciferes que torturan sus noches en vela. Y pareciera extraño que este hombre, facultado para la adversidad y los revolcones de conciencia, pierda los estribos en cada escupitajo que lanza, máximo sabiendo que ha ostentado la prefactura de la Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos. Ahí es nada. Seguir leyendo en Noticias de Navarra
El blog de Paco Roda