La lotería de Navidad juega fuerte en sus campañas publicitarias. Generalmente, sus diseñadores, van a la médula espinal de cualquier órgano que se ponga por delante. Dinero en abundancia rima bien con la descomposición neuronal del personal. Así que si el año pasado quisieron hacernos extranjeros vía Campofrío, este año toca movernos esa zona opaca cercana al hipotálamo, en ese territorio donde la melancolía es la reina de la noche. Si esta sociedad, o quien sea, ha logrado que interioricemos la autogobernanza y la autogestión ante la crisis, nada mejor que seguir apelando a la sensibilidad individual para que no se note el desgarro social que impregna la vida real de la gente. Manu, el vecino que se olvidó de comprar el décimo en el bar de Antonio, se derrite ante el sobre que contiene el décimo premiado y guardado en señal de solidaridad de buen cliente y de vecino sensato. El cruce de miradas, del camarero y Manu, es un reventón de melancolía que nos hace olvidar de
El blog de Paco Roda