Hace años que mi suegro padece una huelga general de la mente. Esa que no admite convenio alguno salvo para sentarse en la última mesa de negociación. Un día, un tal Dr. Alzheimer le visitó y desde entonces permanecen juntos. Pero ni uno ni otro se reconocen. Dicen que uno se acostumbra a todo. A la fatalidad, a las duras sacudidas de la vida y la muerte, a la adversidad más inclemente, a tantos dolores sin límite. Salvando ciertas distancias siderales, el Alzheimer es una de las más duras pruebas de resistencia y supervivencia. Porque estando vivo, ya no estás. Porque uno se va, pero sigue estando aquí. En medio de la ambigüedad más dolorosa. En un limbo sin fronteras. Ajeno a un mundo que te ha dado de baja. Y a esto te acostumbras, sí, pero en medio de un sufrimiento insoportable. Hace poco se celebró el día mundial del Alzheimer. En España hay casi 750.000 personas, con sus respectivas diez mil familias, -si las tienen- que sufren el azote inmisericorde de esta enfer
El blog de Paco Roda