Todo se ha dicho. Como si la palabra se hubiera vaciado dejando al aire sus cicatrices. Como si cada letra de lo que ocurre se disolviese en sosa cáustica. Usted convive con la nada. Con un día a día licuado en el fondo de un abismo insensato. Y no pasa nada. Solo el rumor cancerígeno de la representación. Sé y siento que pasan cosas. Pero sé que nada nuevo está a punto de ocurrir. Que nada sobrepasa ya ese umbral de la conmoción primaria del dolor o el rastro amargo de la sangre. Tras los atentados de París, miles de gestos públicos y privados rasgaron los cielos al compás de La Marsellesa. Pidiendo clemencia por nuestras contradicciones. Pero el eco solo nos devolvió la madurez de nuestro cinismo. Y pronto se volatizaron en el ocioso vacío del tiempo. El mundo se ha festivalizado; eso es lo que pasa. Y la conciencia ha dejado de ser dolorosa como un puñal en la carne. Como si tras ese festejo de sangre, allí, aquí o en Damasco no quedase ya rastro alguno del honor y la ver
El blog de Paco Roda