Veo a esos aventureros de rebajas, arrasando las tierras del África más jodida, subidos en una moto que brama en el desierto, y se me mueven las vísceras. No se a qué están esperando algunas organizaciones para meterle mano a ese impresentable rally que lleva años escupiendo arena ardiente sobre la memoria ultrajada de un continente. Cada vez que las televisiones de ciento sesenta y cinco países muestran esas imágenes de coches llenando de polvo las aldeas empobrecidas por las que atraviesa el París-Dakar, siento un escalofrío de indignación. Esa carrera de pijos insensibles recorre ocho mil kilómetros por tierras de miseria y hambruna, tantos como los que tenía la travesía forzada que un día emprendieron los esclavos que partían de Dakar rumbo a América para ser explotados y aniquilados por la colonización blanca. Hoy, Europa se blinda ante la inmigración de los “sinpapeles” y “muertosdehambre” africanos pero se permite el lujo de organizar un rally que
El blog de Paco Roda