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Mostrando entradas de abril 12, 2013

Contra la soberbia

Miguel Sanz no durmió bien la noche del jueves 11 de abril al viernes 12. Ese día, viernes de pasión para él,   declaraba como imputado por el cobro de dietas en la antigua CAN. Se acostó ya inquieto, no cenó y un murmullo interior, cercano al desasosiego le invadió mientras apuraba un vaso de leche caliente que le había preparado su esposa Villar. Apenas dijo nada y la mirada fija de su entrecejo  se confundía en las sombras de una noche que se avecinaba larga. A las tres y cuarto   de la madrugada, sudoroso, se despertó agitado por un sueño extraño y cruel. Sus amigos más íntimos   le estaban azotando con látigos de brea incendiada mientras su cuerpo desnudo   colgaba de un árbol muerto y sin hojas. Ya no logró conciliar el sueño mientras  se removía incesante en la cama empapada por las secreciones que producen los miedos de dudosa procedencia interior. Apenas se reconocía. Se levantó a las 6,30, el sol todavía no lucía aquella mañana, y él se preparó un café car

Cerca de la apoteosis

Al comienzo de esta crisis, quizás algo más avanzada, cuando la saturación de excrementos inundaba ya  la vida política y social,  leí una columna de Manuel Vicent que venía a decir que, agotada la crítica, por exceso,  a las instituciones enmarañadas en la red de animadversión popular, de los políticos, sus gestos, sus actitudes, sus actos y agotado también el análisis empírico  de la realidad, porque ya sabemos qué pasa, por qué pasa y cual es el fondo más negro de los comportamientos de cada uno de los corruptos que nos gobiernan y adoctrinan desde sus púlpitos mediáticos, agotada esta vía de entendimiento de la realidad, decía Vicent,  solo cabía la literatura como acto de salvación, como acto explicativo y expiatorio de una realidad nueva e inaccesible cautiva en  su escoria desoladora. No fui capaz de seguirle. Me negué a creer que la literatura, por si sola, con su capacidad de remover y construir mundos nuevos, pudiese no ya explicar, sino apaciguar el deseo de