Ocurrió que el 29 de noviembre había que ser felices. Por decreto de alcaldía. Ese día, subí a Pamplona y el centro parecía una rave valenciana de las de antes. No tenía buen día, así que me sentí culpable por no participar de aquel jolgorio. Pensé entonces que quizá la alcaldesa lbarrola se aburría. O que aquella ciudad vivía a faltaba animación. Entonces entendí todo. Si Ibarrola no era capaz de gobernar la ciudad como dios manda, había que reinventar la gobernanza a golpe de días felices, actos emocionantes, eventos increíbles y luces y farolillos, muchos, a miles. Así que dicho y hecho. Y es que aquella sensación de bienaventuranza que vivió la ciudad el 29N, fue lo más parecido a las fiestas que organizaba el Gran Gatsby en las noches de verano. Solo había que ver a toda aquella gente maravillada, mirando al cielo incendiado de farolillos con la gloria meciéndose sobre sus cabezas. Me pregunté entonces por qué no era capaz esbozar una sonrisa brillante ante el futuro, como
El blog de Paco Roda