En las fotos de Clemente Bernad no hay rentistas del heroísmo, ni heroínas, ni salas de urgencias convertidas en el paroxismo de la compasión, ni aplausos, ni balcones, ni ventanas abiertas a la melancolía, ni trompetas al silencio, ni epitafios en medio de un circo, ni gentes que enciendan su solidaridad banal, tampoco eslóganes, ni siquiera un pararrayos contra la melancolía. En las fotos de CB solo hay un desafío a la teoría de la gravedad normativizada del confinamiento. Como instantáneas descuartizadas por una pandemia que bien pudieran servir para ilustrar todas las novelas cienciaficcionistas de J.G. Ballard, desde “El mundo sumergido” a “El mundo de cristal”. Esta es la mirada de un errante en la ciudad donde se hunden las aguas de su tristeza, donde el tiempo pareciera prohibido y que como H. Lawrence parece decirnos: no importa cuantos cielos hayan caído pues tenemos que vivir. Y escuchar aquí las voces de los vivos como si fueran las de los muertos. Esos muertos que lo
El blog de Paco Roda