Calle Estafeta, foto: Leo Ferrer Teodora vive en la calle san Nicolás de Pamplona, donde nació hace 75 años. Me cuenta que desde hace años no duerme bien. Y no porque tenga insomnio, habitual a esa edad, no. En su calle de toda la vida, en tiempos de txikiteo popular y hoy convertida en la milla de oro del pintxo-pote global, funcionan diez bares nocturnos que operan de jueves a domingo. Bares castas, pamplonautas y ejemplares de día, pero discotecas tuneadas de noche que escupen decibelios contaminados de ruido. Esos días, a partir de las doce de la noche, Teodora y sus vecinos ya no duermen. Soportan una calle atestada de gente que disfruta a muerte de un ocio nocturno sin compasión por la vecindad. Pero a Teodora, esa alegría desmedida no le redime su angustia. Y es que el casco viejo pamplonés padece una sangría comercial sin precedentes pero una euforia hostelera sin confines Nadie sabe a qué responde esta política de colonización bar-tabernaria y desloca
El blog de Paco Roda