¿Es que nadie lo ve? ¿Es que aquí solo viven contentos los sumisos? O es que el contentismo institucional ha acabado con toda mirada critica. El proceso de degradación residencial del Casco Viejo pamplonés es escandaloso. Pese a la propaganda oficial. Pese al intento de banalizar, cuando no criminalizar, las quejas de la vecindad más afectada. Pese a ignorar normas de convivencia, ordenanzas y otras leyes. Pese a llenar el Casco Viejo de ferias, fiestas, conmemoraciones, actos, kalejiras, jornadas, concentraciones, conciertos, txosnas, eventos, pasacalles, días de la txistorra, del rosado, del vermú o botellones disfrazados de participación comunitaria. Y así día sí día también. Hasta reventar de pura fiesta. Como si no existiera el mañana. El Casco Viejo es un bar a cielo abierto. Un espacio de atomización invasiva sin límite alguno. Un lugar donde vivir se ha puesto cuesta arriba. Y sí, mucha amabilización. Pero el núcleo duro del Casco Viejo muere de éxito privado,
El blog de Paco Roda