Hace años leí una novela que me removió por dentro: Galíndez , de Manuel Vázquez Montalbán . No voy a decir que después de esa lectura, el Estado, sus alcantarillas y los fontaneros que manejan los grifos del poder, se me revelaran como el Espíritu Santo. No hacía falta leer Galíndez para saber de qué va el Estado cuando molestas de verdad. Pero esa lectura me impresionó por la contundencia de su relato. Por la osadía y el reto intelectual de una narración que descendía a los infiernos del poder y sus ángeles exterminadores, que desmontaba sus mentiras y la obediencia debida. Manuel Vázquez Montalbán -en 2013 se cumplieron diez años de su muerte y pasó desapercibida- era un intelectual puro, un irredento en tiempos de autocomplacencia liberal. Una mente lúcida que fustigaba las conciencias de los ricos y de los pobres, un crack de pegada corta pero de efectos largos. Sus demoledores argumentos contra la alegría de la Corte y el neoliberalismo aznarista de los últimos tiemp
El blog de Paco Roda