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Mostrando entradas de diciembre, 2023

Vuelve el Circo Anastasini

Seguramente los artistas del circo Anastasini, esos que empezaron a morir una tarde de sol y moscas en la plaza de Lodosa el 18 de julio de 1936, esperan aún, envueltos en la bruma, el tiempo de volver. Para saldar su historia. Y es que sus cuerpos, fusilados por pistoleros de camisa azul y alma negra, no acabaron de morir del todo. Se dice que los vivos son los despertadores de los muertos, porque no dejamos de recordarlos. Esto le ocurre a Renato Anastasini, que tenía tres años aquel día en que su memoria se quedó en puntos suspensivos. Como esperando el día de vuelta. Y ocurrió. El pasado día 4 en Larraga. De pronto, como por arte de magia de Eme Nieto, aparecieron los hijos de ese Renato Anastasini, -Luciano y Giovanni- y también Coco Kramer, todos ellos artistas de circo y procedentes de Florida. Y desde el Parque de la Memoria, que recuerda a este circo , llamaron a Renato, de 90 años. En Florida amanecía. Renato se puso al teléfono y recordó a los presentes que en aquel c

¿Qué tiene que pasar?

Sé que estas líneas no servirán de nada. A lo más para aplacar mi propio desconsuelo. A veces uno escribe para eso. Pero hoy ni siquiera. Y sí, ayer allí hubo una alta concentración de indignidad en la calle. Y muchas palabras alzadas como banderas arrastradas por el fango. Cómo no hacerlo ante la desecación humanitaria en Gaza. Como no hacerlo cuando allí la gente respira como cuando uno acaba de ser alcanzado por un disparo perfecto. Pero ayer sabíamos que hoy todo seguiría igual. Los mismos telediarios, las mismas imágenes teñidas de sangre y ceniza. Y el tremendo delirio de la agonía convertido en el postre de cada día. Y así nos preguntamos qué tiene que pasar para que miles de niños dejen de ser asesinados porque Netanyahu piensa que no pasa nada por matarlos. Qué tiene que pasar para frenar este genocidio permitido de palabra, obra y omisión por medio mundo donde las pocas palabras en contra suenan como voces sin eco. Ingenuamente te preguntas también, quién puede dar l

Sin luces no hay paraíso

Ocurrió que el 29 de noviembre había que ser felices. Por decreto de alcaldía. Ese día, subí a Pamplona y el centro parecía una rave valenciana de las de antes. No tenía buen día, así que me sentí culpable por no participar de aquel jolgorio. Pensé entonces que quizá la alcaldesa lbarrola se aburría. O que aquella ciudad vivía a faltaba animación. Entonces entendí todo. Si Ibarrola no era capaz de gobernar la ciudad como dios manda, había que reinventar la gobernanza a golpe de días felices, actos emocionantes, eventos increíbles y luces y farolillos, muchos, a miles. Así que dicho y hecho. Y es que aquella sensación de bienaventuranza que vivió la ciudad el 29N, fue lo más parecido a las fiestas que organizaba el Gran Gatsby en las noches de verano. Solo había que ver a toda aquella gente maravillada, mirando al cielo incendiado de farolillos con la gloria meciéndose sobre sus cabezas. Me pregunté entonces por qué no era capaz esbozar una sonrisa brillante ante el futuro, como