Vivimos a golpe de fiesta, de juerga perpetua: Sanfermines, fiestas de Calderería, de la Jarauta, san Lorenzo, santo Domingo, san Fermín Txiquito, juevintxos , , semanas del pintxo , noches del rosado y fiestas de guardar. Y porque no hay más santos a mano ni más vecindad exiliada que lo soporte. Pareciera que no hay otra forma de hacer vecindad, barrio o ciudad que no sea a golpe de charanga permanente, de resaca constante. Como si la muerte nos quisiera pillar de madrugada. Como si en la farra institucionalizada por decreto encontrásemos ese estado natural de ser buenos vecinos, consumidores, militantes de barrio y guais sin más objeto ni pasión que consumir u organizar fiesta tras fiesta. Como un alocado desfogue. ¿Qué celebramos a todas horas? ¿Qué razones esgrimimos más allá de una falsa socialización festiva absolutamente despolitizada y desideologizada? ¿O es que tanta fiesta nos redime de algo? O es que este modelo festivo, atomizado, reiterativo, alcohó
El blog de Paco Roda