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Mostrando entradas de enero, 2015

La hora cero

La hora cero . Si pueden vean esto. Si les va lo negro de altura, no cualquier negro. Género, ficción, novela,  a eso voy. Tomen nota: un grupo de sicarios mandados por La Parca, un elemento de cuidado que se hace tatuar el nombre de sus víctimas, toma al asalto un hospital público para que atiendan a una mujer embarazada a la que han herido de bala. Todo va a una velocidad que te deja sin resuello. Uno parece que está asistiendo a un documental, pero no. Ellos, los actores son así. Pura vida, o mala vida en la época de Chaves, pues la película está rodada en Caracas. Diego Velasco, su director nos muestra la dureza de una sociedad capitaneada por licenciados de la exclusión social que deambulan entre la violencia, el miedo, la desesperación y el descenso a los infiernos. 

Soberbia

El otro día tuve la suerte de ver y escuchar a Lluís Llach. Como siempre, cada concierto suyo explota como una carga de profundidad generando una corriente de sonidos rebeldes contra este perro mundo. Pero, lejos de conmover desde la melancolía o la amargura, la belleza de sus letras y la ternura de su voz, apaciguan los ánimos para inyectarnos dosis de utopías renovadas. Al finalizar el recital tuvimos más suerte aún porque pudimos debatir con él esas pequeñas cosas de la vida que tanto gustan.  Entre todas las cuestiones que mencionó, hubo una que me llamó la atención. Todo el mundo sabe de la militancia izquierdista y nacionalista de Llach. Pues bien, al parecer el PP ve peligrar su hegemonía y hará todo cuanto esté en su mano para corregir el rumbo de su irremediable pérdida de credibilidad política. El creía que, tanto en Euskalerria, como Cataluña, Aznar se empleará a fondo en un combate a muerte por el poder. Eso me hizo pensar que quizá, alentado por su jefe político

La mano armada

Foto: Claudio Álvarez Espero que Juanjo Millás no me robe esta foto para ser comentada en su sarcástica sección de El País Semanal. Si es así, no pasa nada. Habremos convenido, sin conocernos, que ese dedo acusador, a modo de colt "King Cobra"  es como  un disparo a traición en plena nuca del prócer en decadencia del PP. Ese escorzo en el que la mano armada de Aznar domina la escena ahonda en la soledad de un Rajoy harto de soportar sus propias mentiras. Rajoy huye del escenario sin haber estado en él. Como es habitual. Rajoy mira para otro lado, hacia abajo, hacia la deriva de sus actos. Aznar le persigue, con esa expresión de mono de feria desatado tras años de cautiverio. Aznar pareciera decirle, ¿qué haces tu para evitar esta decadencia, para no poner orden en este país en bancarrota? A lo que acto seguido le espeta: "Cada uno responde de sus actos. Yo de los míos" (Aznar en la convención nacional del PP ).  Miedo. Eso es lo que da esta fotografía. Mucho

La timba foral

C aminaba por la nueva avenida Carlos Inditex y entré en el edificio de la antigua Can. Observé que su decoración  art déco  simulaba un gran cuarto de estar, así que me senté en una butaca de estilo para ver cómo la gente operaba con su dinero, un gesto lleno de misterio. Percibí que nadie manejaba ya billetes. Aquello no parecía un banco, sino un consultorio sentimental. Enseguida caí en un profundo sueño. Entraba por una puerta giratoria situada en los bajos del edificio que desembocaba en una sala muy iluminada donde se proyectaba la película  Los intocables de Elliot Ness . Allí estaban sentados algunos directores de la antigua Caja junto a miembros del consejo de administración. También estaban algunos políticos y cuatro tiburones financieros de sociedades con intereses por tierra, mar y aire en Navarra. Hablaban en un lenguaje de signos que yo interpreté como un baile de cifras que iban y venían de una cuenta a otra. Encima de la mesa, que más bien parecía un tablero de

Escrito en negro

Dice en la contraportada del libro "Escrito en negro" que Martín Olmos, al que desconocía, "nació en Bilbao en 1966 y lleva cinco años contando crímenes en el periódico El Correo " Me pongo manos a la obra, porque en otra parte del libro dice" Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente" (Thomas de Quincey).  Como no quiero dejarlo para el día siguiente, porque ya me he permitido un asesinato, he robado sin importarme cuánto, llevo tiempo dándome a la bebida  y mucho más inobservado el día del Señor; entro a saco con "los asesinos diletantes", el primer capítulo del libro. No lo puedo dejar porque ya tengo las manos manchadas de sangre. Y es que estoy seguro que quien se aventure por este despropósito de crímenes de altura y bajura, hallará el descanso

Pamplona negra

L a policía judicial entró en el salón de plenos del Parlamento de Navarra. Eran las cuatro de la madrugada. Junto a la tribuna de oradores, en medio de un gran charco de sangre, yacía el consejero. Según las primeras estimaciones del forense, el asesino había actuado con un arma blanca dos horas antes. Este dato desató las primeras especulaciones. ¿Qué hacía el consejero a las dos de la madrugada en el edificio sin que la policía foral detectara su presencia? Las sospechas empezaron a expandirse como un veneno inoculado. Se descartó el asesinato político si bien la legislatura había sido tenebrosa. Todo parecía indicar un ajuste de cuentas, pero, ¿por qué en ese escenario y a esa hora? Dos meses antes, una periodista de  Diario de Noticias , medio local, había detectado movimientos extraños en las cuentas corrientes del consejero. Procedían de la multinacional Ericsson con base en la República Democrática del Congo, principal productor de coltán, mineral utilizado en los te

Poder

En aquel viejo   reino había sacerdotes que, mientras   con una mano daban la absolución con suma elegancia, con la otra   eran   capaces de envenenar a sus confesados. Y había teólogos laicos que comían caliente gracias al pecado que trataban de censurar. Había jueces y magistrados de toga   negra entre cuyos pliegues   escondían una navaja toledana y una vara de medir de doble rasero. Había también comerciantes y especuladores que habían hecho fortuna en despachos   presididos por la imagen del Corazón de Jesús. Había políticos analfabetos que lucían una hilera de dientes plateados dispuestos a dar una dentellada en el cuello de sus enemigos. Y había también constructores   enriquecidos revendiendo solares y arreando golpes bajos   a la Bolsa. Había periodistas y profetas que se excitaban anunciando nuevas desgracias y policías que hacían redadas en los bajos de las bibliotecas y museos de la ciudad. Había talibanes disfrazados de harecrismas y   también enseñantes, gentes de la

El cura y los mandarines

Dijo Abraham Lincoln (1809-1865) que " medir las palabras no es necesariamente endulzar su expresión, sino haber previsto y aceptado las consecuencias de ellas". Pareciera que Gregorio Morán ha pasado de largo por encima de esta cita, la cual ignoro si la conoce. Lo digo porque este hombre, periodista para más señas,  y autor de textos imprescindibles para entender la evolución política social y cultural del Reino de España en su vertiente más contemporánea, ha publicado un libro que ha causado un gran  revuelo editorial minimizado por la  industrial libresca.  El cura y los mandarines  ha sido publicado por Akal ante la negativa a ser editado por el potente e influyente grupo Critica/Planeta. Negativa sellada de bastardía pues el grupo se había comprometido a la edición y estaba a un clik de poner en marcha las máquinas de imprenta.  La razón  de peso para el peso pesado de Planeta,  son catorce páginas del capítulo "Todos académicos" que la editorial Planet

La risa mata

Quizás, para Rajoy no hay mayor peligro que la debilitación acelerada del recuerdo de ETA. Y es que para el PP,   ETA no ha muerto. Por eso le urge resucitarla de entre los peores fantasmas de la historia. Porque fue y es el pecado del que comen aún caliente muchos de sus políticos en nómina y plantilla. A Rajoy, ese gallego oportunista que no distingue el día de la noche,   ni tampoco la verdad de la mentira porque tras los cristales negros de su coche oficial no se ve la realidad;    le ha venido de perlas el atentado de París. Su doble fondo moral funciona así: que su mano derecha, la habitual, no sepa que hace la izquierda. Que nadie sepa   que cuando pide perdón por “esas cosas” en realidad se está riendo por dentro. Rajoy todavía se acuerda de los atentados del 11M en Atocha.   Por aquel entonces era Secretario General del PP   y junto al ministro del Interior, Ángel Acebes, apostaron por la explotación sistemática de una mentira muy evidente pero de larga rentabili

La verdad

La verdad, no la mía , ni la suya;  sino la certidumbre contrastada y evidente,  ha dejado de interesar. No tiene valor. Y es que hubo un tiempo en el que, más allá de su peso ético, la verdad pretendía ser el rasero por el que se medían las relaciones, los negocios, la justicia, la política  o los pactos entre iguales. Ahora cuesta decir la verdad, ir con la verdad por delante. O si no, que se lo pregunten a Aznar. Porque la verdad es el resultado de un trabajo duro, lento y costoso de definir. La verdad está instalada en un territorio de aristas y asperezas por el que resulta difícil caminar siempre erguido. La mentira en cambio, permite la posibilidad de fingir o de estafar. Deslizarse por un laberinto de múltiples dudas que nos encaraman sobre las certezas.   Porque en definitiva se trata de estar vivos y hacernos los muertos o estar muertos para  revivir en el cualquier momento. Mentir está en el guión vital de la existencia. Siempre lo ha estado. Pero ahora más. Porque permi

Ficción

                                                          Sólo el trato con la gente con la que trabajo a diario, me muestra de manera clara y nítida el perfil de la realidad. El núcleo duro de la existencia. Tal vez,   el único   contorno de la verdad. Tengo la   suerte - o quizás la desgracia- de saber de qué va la vida de la gente más desesperada, de los invisibles, de los apartados, de las instaladas en la periferia, de los que circunvalan la existencia por los polos. Solo ellos y ellas emiten señales de auténtica realidad. El resto el pura ficción. El primer capitalismo nos robó el sudor y la sangre, el segundo inventó el consumo y nos arrebató los sueños de cambiar el mundo y   la utopía,   y el tercero, el capitalismo de ficción, como lo denomina Verdú, nos ha robado la realidad. El último y gran paso de una civilización cimentada sobre la apología del simulacro permanente. Porque en este nuevo capitalismo solo importa la producción de   sensaciones, la   fabricación d