Pudo ocurrir en Auschwitz, pero sucedió en Larraga. Pudiera haberse llamado Amira, Batia o Janina, pero se llamaba Maravillas. Y pudieron secuestrarla y violarla las Waffen-SS pero lo hicieron una cuadrilla de fascistas analfabetos cargados de vino peleón. Como si hubieran aprendido a matar en la Escuadra Negra falangista de Tudela. Su asesinato bastardo congeló la sangre de los diablos y hasta la tristeza de las hienas. Aquel martirio pudo ser redimido con la venganza del ojo por ojo o con un juicio como el de Núremberg. Pero ni una cosa ni otra. Porque aquí, aquel matadero que se levantó en 1936 con los cuerpos de 300.000 asesinados solo ha sido juzgado por los profetas del silencio y los discípulos del olvido seguir leyendo en Diario de Noticias