Pareciera que ETA no hubiera muerto. O si ha muerto hay que resucitarla. Como sea. No lo digo yo. Lo dicen todos esos que comen caliente del pecado que condenan. Lo dicen todos esos funcionarios ideológicos del infierno y la infamia, del trafico de sangre, el dolor y las toneladas de memoria intoxicada. Del mercadeo infame de las palabras dichas y esculpidas sobre cera ardiendo. Para muchos políticos de saldo, periodistas de pesebre y analistas del paroxismo indecente que vomitan océanos de hiel, ETA representa la melancolía de un sujeto al que se mantiene fidelidad negándose a renunciar al vinculo con ella establecido. Y decir ETA es decir Bildu. Un producto del capital ideológico a explotar hasta la extenuación. A costa incluso de banalizar la historia y la memoria. Porque no es cierto, nunca lo fue aquello de que sin armas se pudiera hablar de todo. Decir que Bildu no debe ser normalizado como un partido más sin que se atrofie el musculo de la vergüenza, como
El blog de Paco Roda