Fue Roberto Bolaño quien dijo “mi patria es mi hijo y mi biblioteca”. Para muchos, la Biblioteca de San Francisco fue también nuestra patria. Aquella biblioteca de antaño, con sus ficheros manuales, su mostrador tipo ultramarinos y sus dependientes que desaparecían entre estanterías cargadas de saberes, fue un escondite donde librarte del tiempo muerto de la edad, de ligues, de pobres que buscaban calor, de quedadas para matar la tarde y donde mucha gente preparó oposiciones. Aquello se cerró por obra y gracia del neoliberalismo cultural más bastardo y se particularizó en nombre de la eficacia privada que nunca demostró ser más eficiente. Así hemos estado algunos años. Con una biblioteca de barrio renovada, cierto, pero convertida en poco más que una guardería y guarida de internautas. Sin fondos, sin novedades, sin personal y donde los libros se retuercen de tristeza. El ultimo día del año una noticia me alegró la mañana. No sé a quien agradecérselo. Quizás a es
El blog de Paco Roda