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Mostrando entradas de agosto 29, 2012

Solo se fueron para afilar los cuchillos

Pareciera que durante años han esperado este momento. A que la historia se pusiera de su lado y los vientos soplaran por la popa de sus deseos de venganza más bastarda. Pareciera que durante años, agazapados en la retaguardia forzosa de la oposición, hubieran estado calando sus bayonetas envenenadas de resentimiento e inquina. Se excitan anunciando calamidades y exigiendo contrición mientras muchos de ellos acumulan sentencias en firme sin inmutarse. Han gobernado en la sombra y ahora que gozan de la mayoría universal se creen con derecho a cambiar no solo el rumbo del Estado, sino hasta la rotación de la tierra. En el fondo de su alma, como todos los falsos profetas, disfrutan al comprobar que se cumplen las catástrofes que han vaticinado. Muchos comen caliente del pecado que combaten mientras se manosean el doble fondo moral de su bragueta. Están aquí, llevan años tratando de disparar a bocajarro sin sentirse culpables amparados en la necesidad de los mercados. Porque

Navarra: la transición necesaria

Mi amiga, Rosa Espinosa, cabalista y   experta en terapias contra la desesperación y en los misterios que anidan en los bajos fondos del Palacio Foral, dice que esta vez sí. Y yo, escéptico optimista, quiero creerle. Que nada será igual tras el cese de negocio de Yoberto Barcínez   y asociados. Y es que buscamos la   esperanza incluso entre los   rescoldos florecidos   de la furia de este   presente feroz.   Y pareciera que esta vez, por encima del santo que se avecina, el ciclo toca a su fin. Ese ciclo de pestilente placidez política que ha durado tantos años y que ha suscitado tantos misterios por resolver. Dice mi amiga que   necesitamos creer   para poder subvertir la gravedad, la de la tierra y la de nuestras propias   vidas. Para inmunizarnos contra la renuncia. Y repite, ¡esta vez sí! Escucho Orphans de   Tom Waits y siento esa melancolía pesada e   infinita que desprende el sonido de   los tiempos que perdimos. Navarra pudo ser otra Navarra sin sus ángeles