Mi amiga, Rosa Espinosa, cabalista y
experta en terapias contra la desesperación y en los misterios que
anidan en los bajos fondos del Palacio Foral, dice que esta vez sí. Y yo,
escéptico optimista, quiero creerle. Que nada será igual tras el cese de
negocio de Yoberto Barcínez y asociados.
Y es que buscamos la esperanza incluso
entre los rescoldos florecidos de la furia de este presente feroz. Y pareciera que esta vez, por encima del
santo que se avecina, el ciclo toca a su fin. Ese ciclo de pestilente placidez
política que ha durado tantos años y que ha suscitado tantos misterios por
resolver.
Dice mi amiga que
necesitamos creer para poder
subvertir la gravedad, la de la tierra y la de nuestras propias vidas. Para inmunizarnos contra la renuncia.
Y repite, ¡esta vez sí! Escucho Orphans de Tom Waits y siento esa melancolía pesada
e infinita que desprende el sonido
de los tiempos que perdimos. Navarra
pudo ser otra Navarra sin sus ángeles custodios de siempre, sin sus pensadores
crepusculares, sin sus omertàs disfrazadas de Amejoramiento. Hace años
que pudo ser. Pero Sabina, ese poeta del desconsuelo, dice que no hay nostalgia peor que añorar lo
que nunca jamás sucedió. Y ahora, tras el plante socialista por prescripción
facultativa allende los confines forales, Navarra puede desembarrancarse toda
ella llevándose por delante los principios inquebrantables de la Santísima
Trinidad foral: la gobernabilidad, la estabilidad y la institucionalidad.
Mientras tanto, la jefa de los ángeles reaccionarios, tratará de aparentar que
todo sigue igual. No es de extrañar que ciertos profetas que comen caliente del
pecado que condenan sigan pastado a sus anchas en los abrevaderos de un poder
ya desprovisto de máscaras. Son esos fariseos de la Navarra siemprepalante, sodomizada por la
corrupción inmunizada que nunca emerge. Los apologetas de la austeridad ajena,
la gobernabilidad regionalista de rédito fácil; los de la estabilidad como excusa
ideológica para mantener sus
patentes de corso foral. Son ellos los que quizás estén ya perfilando la
fisonomía de un fracaso. Quizá Nafarroa
Bizirik sirvió el otro día para decirnos
a nosotros mismos que aún podemos en medio de esta absurda epidemia que sufren
las aceras. Insiste Sabina.
En fin, parece que el socialismo navarro se confiesa. Quizá
Ferraz le ha impuesto una penitencia a
medio plazo para rendir cuentas de todos sus olvidos. Quizá, en medio del
barbecho socialista, se esté diseñado una nueva transición para Navarra. Desgastar
a UPN desde la oposición – y evidenciar su rajoyismo- para recuperar credibilidad. Mientras, se va forjando un líder creíble que presente
credenciales ante una oposición resucitada. Su proyecto: diseñar un pacto común
para renovar la cohesión social, imprescindible para inventar un nuevo presente. Porque la
ciudadanía lo reclama frente a tantos suspenses llenos de futuro traicionado.
Paco Roda
23 junio 2012
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