La verdad, no la mía , ni la suya; sino la certidumbre contrastada y evidente, ha dejado de interesar. No tiene valor. Y es que hubo un tiempo en el que, más allá de su peso ético, la verdad pretendía ser el rasero por el que se medían las relaciones, los negocios, la justicia, la política o los pactos entre iguales. Ahora cuesta decir la verdad, ir con la verdad por delante. O si no, que se lo pregunten a Aznar. Porque la verdad es el resultado de un trabajo duro, lento y costoso de definir. La verdad está instalada en un territorio de aristas y asperezas por el que resulta difícil caminar siempre erguido. La mentira en cambio, permite la posibilidad de fingir o de estafar. Deslizarse por un laberinto de múltiples dudas que nos encaraman sobre las certezas. Porque en definitiva se trata de estar vivos y hacernos los muertos o estar muertos para revivir en el cualquier momento. Mentir está en el guión vital de la existencia. Siempre lo ha estado. Pero ahora más. Porque permi
El blog de Paco Roda