Llamé al alcalde Maya para ver si él podía sacarme de aquel atolladero mental en que me encontraba desde que Putin invadió Ucrania. No se extrañen. Para él la vida no va de clases, sino de unos que ganan y otros que pierden. Y a él eso le da un no sé qué. Por eso él prefiere la adjudicación directa y después ya veremos. Así se evitan sufrimientos injustos propios de los procesos participados. Eso dice. Y sí, cómo no voy a estar de acuerdo en que Unzué tire el txupinazo. Pues claro. Pero a lo que voy que me voy. Que llamé a Maya para saber si él, con ese don de la ubicuidad y la equidistancia sideral que Dios le ha dado, podía iluminarme en este oscuro recorrido hacia la verdad y el más fino análisis geopolítico sobre aquella guerra que había sustituido a la pandemia convirtiendo la vida en un disparate. Maya me hizo la cobra. Cosa que era de esperar puesto que sus fronteras, dijo, no van más allá de Burlada por el Norte, Aranguren por el Este y Orkoien por el Oeste. Y no quería
El blog de Paco Roda