Calle San Nicolas, Pamplona, saturada de bares. Foto: Mikel Saiz Aquella calle, en tiempos llamada Tornerías , había perdido hasta su nombre. Apenas quedaba rastro de los viejos comercios fagocitados por una hostelería especulativa de alta intensidad. Ese nuevo barismo posmoderno sin vinculación vecinal, monopolizaba el ochenta por ciento de la actividad comercial y actuaba sin piedad. Como si la calle San Nicolás fuera suya. Más aún, como si el vecindario y la propia autoridad municipal debieran rendirle pleitesía a cambio de la dinamización gastrocultural que proclamaban. Porque allí mandaban ellos. Nuevos bares, pese a la moratoria existente, estaban a punto de abrir mientras otros se permitían la osadía de saltarse el horario nocturno de actividad noche tras noche. Algunos bares de esa calle tenían licencia comercial de una cosa y hacían otra. Sin cortarse un pelo. Allí había bares de nombre pero en realidad eran discotecas tuneadas de jueves a domingo
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