Aquella calle, en tiempos
llamada Tornerías, había perdido hasta su nombre. Apenas quedaba rastro
de los viejos comercios fagocitados por
una hostelería especulativa de alta
intensidad. Ese nuevo barismo posmoderno sin vinculación vecinal, monopolizaba
el ochenta por ciento de la actividad comercial y actuaba sin piedad. Como si la calle San
Nicolás fuera suya. Más aún, como
si el vecindario y la propia autoridad
municipal debieran rendirle pleitesía a cambio de la dinamización gastrocultural
que proclamaban. Porque allí mandaban ellos. Nuevos bares, pese a la moratoria
existente, estaban a punto de abrir mientras otros se permitían la osadía de saltarse el horario nocturno de actividad
noche tras noche. Algunos bares de esa
calle tenían licencia comercial de una cosa y hacían otra. Sin cortarse un
pelo. Allí había bares de nombre pero en realidad eran discotecas tuneadas de
jueves a domingo. Y no pasaba nada. Ni siquiera la policía para avisarles
de su trampa. Y eso era lo grave. Que no
pasaba nada. Que actuaban de oficio, como si tuvieran patente de corso;
incluso para robarle el sueño de la vecindad. Porque aquellos bares habían
decidido tomar la calle al asalto. Creían que tenían barra libre. Y así era.
Incluso allende sus propiedades.
No me resulta fácil
escribir de esto. Y me jode recordarles esto a quienes he votado. Porque veo
que el actual Ayuntamiento no puede, o
no quiere o no sabe gestionar este gravísimo problema generado por la
saturación hostelera, la atomización de actividades y la ultrasocialización que
padece el nuevo hábitat del Casco Viejo. Y me duele comprobar como la impunidad
e inmunidad hostelera, de esta y otras
calles, ha impuesto su ley, infame y
diabólica. Ganando la partida a la autoridad y a la propia vecindad que solo
quiere dormir en paz. Sin más.
Artículo publicado en Noticias de Navarra el 11 de enero de 2016
http://www.noticiasdenavarra.com/2016/01/11/opinion/columnistas/a-pie-de-obra/san-barcolas
Comentarios
Publicar un comentario