Los miserables . Vi la película. No hice caso a ninguna crítica. No me dejé llevar por los comentarios, ni a favor ni en contra. Me guió el guión de la novela leída hace años. Y no me defraudó. Al margen de su fidelidad o adaptación al texto original. No era lo importante. Sentí escalofríos, rabia, pasión, alegría, emoción. Un todo en uno que me anegó, en ocasiones los ojos. Sentí cuánto habíamos perdido y me revolví en la butaca. De pena y de rabia. Sentí que ya eramos de otro tiempo y que aquello que estaba contemplando estaba definitivamente enterrado. No obstante, la gente permanecía en un silencio sepulcral, como atada de pies y manos ante una pasión imposible de detener y que pasaba de largo. Por allí crujían los sueños rotos, la justicia bastarda, la sublevación deseable, el honor, la fuerza, el amor imposible, la pulsión, la voluntad, el empeño, la fidelidad, el sacrificio, la solidaridad a borbotones, la fraternidad olvidada, la redención y la supervivencia a raudales.
El blog de Paco Roda