No es fácil sostener que el derribo de este lugar de humillación, es la única redención posible para los miles de asesinados navarros en el holocausto español de 1936. Y no por falta de argumentos. Y es que casi todas las opciones conservacionistas del monumento abogan por la resignificación del mismo dotándolo de nuevos usos y reactivándolo a través de valores pedagógicos, artísticos, museísticos, históricos o monumentales. Así las cosas, la propuesta del derribo es acusada de populismo buenrrollista o diagnosticada como una patologización memorialística de nuestra historia. Es por ello que esta opción se enfrenta a un gran reto intelectual y político si quiere lograr consensos reparadores. Conviene por tanto distinguir entre lugares de memoria y lugares de humillación. Lugares de memoria serían los campos de exterminio, las fosas comunes, el Fuerte de Ezkaba o la cárcel de Sementales de Tudela, espacios que hay que conservar. Para evidenciar el mal y la muerte. Para visibili
Concluyó ayer en Madrid, Fitur, el gran festín del hedonismo turístico. Lo hizo batiendo récords y exhibiendo músculo. Tanto, que alguien dijo que: “imaginar el fin del crecimiento turístico infinito es tan difícil como imaginar el fin del capitalismo”. Vamos, que lo de menos era reflexionar sobre el modelo sino buscar la fórmula para seguir haciendo caja. O cuando menos para no morir de éxito. Así que cómo te vas a plantar allí, ante de consejeras, ministros y multinacionales del sector para cortarles ese rollito amable envuelto en la nueva retórica de la sostenibilidad, la desestacionalización, la redistribución de flujos, la diversificación de destinos y experiencias, el ecoturismo, o incluso el turismo inclusivo. No puedes, porque enfrente tienes a una máquina voraz de fabricar dinero: 156.000 millones de euros al año y 2.400.000 de puestos de trabajo, aunque la patronal hostelera quiera crear el mayor plan de pensiones de España. Solo en Navarra, el turismo representa el 5,4%