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Mostrando entradas de febrero 7, 2016

Ubik

El 5 de febrero de 1975, Philip K. Dick se despertó, como cada mañana, un minuto antes de que sonara el despertador. Atravesó la oscuridad de la cochambre en la que vivía junto a su cuarta esposa y llegó hasta el umbral del baño. Allí alargó su mano derecha  y buscó el interruptor de la luz. Tanteó la pared de arriba abajo, de un lado a otro. De repente, una vez más, esa descarga; la inminencia bien conocida de lo incognoscible. En la pared no había nada, por supuesto. Y  por segunda vez en lo que iba de año sintió cómo una geometría inhumana y atroz asolaba su cabeza. No hacían falta más datos. Con la mano izquierda alcanzó rápidamente el interruptor, allí donde no estaba la noche anterior. Recordó de inmediato a su hermana melliza, muerta a las cinco semanas de vida. Recordó una vez más a su hijo, vivo sólo gracias a una operación de hernia guiada por una de sus visiones, que los médicos subestimaron y achacaron a una imprudente combinación de drogas y lecturas. Aún en el umbral,