Hubo años en que la visión y contemplación de un pordiosero, de un mendigo, de una persona pidiendo limosna en la calle, causaba una extraña sensación, mezcla de piedad y solidaridad callejera. Además de una inquietud interna no exenta de culpabilidad. La política social al uso prohíbe, con carácter general, su ejercicio de manera intimidatoria, molesta o coactiva. Así se expresa la ordenanza municipal de Pamplona, donde uno vive. Imagino que en otras ciudades ocurre lo mismo. Que es como decir, mirar para otro lado si no molesta, si no salpica a los escaparates del consumo y si no inquieta demasiado nuestra sosegada piedad mal encarada. Ya ven, la pobreza molesta a la vista pero no está mal vista su producción. Y es que la crisis ha agudizado muchos procesos de precarización personal y familiar. Más aún, ha generado verdaderos boquetes en las familias que se ven abocadas a un auxilio público y por derecho, cada vez más escaso y que casi no lle
El blog de Paco Roda