Pamplona, 6 de enero de 2013 Hay algunas tardes que merecerían ser borradas del calendario. La tarde del primer día del año, la tarde del día de Reyes, algunas tardes de resaca, y otras marcadas por los dramas más intimos. Hay en algunos autores literarios una tendencia a aborrecer estos días vacíos de alma y cuerpo (Cioran, Banville, Vila Matas, Bolaño y otros) Agotadas las fiestas, estos días en que celebramos un carnaval desprovisto de máscaras, exhaustos de colesterol y celofán inflamado de sobredosis de ilusión impostada, asisto a una tarde final, final de fiestas, la del día de reyes. La vida en Pamplona algunas tardes es plana, laxa, al límite de la realidad. Más después de días de intensidad gastronómica. Pareciera que la ciudad está llena de grandes gastrónomos. Como los que el Conde de Sert relata en "El Goloso", Una historia europea de la buena mesa, cuando dice que recuerda a un "facha" de finales de los cincuenta que luego de atracarse , y con mu
El blog de Paco Roda