Hay algunas tardes que merecerían ser borradas del calendario. La tarde del primer día del año, la tarde del día de Reyes, algunas tardes de resaca, y otras marcadas por los dramas más intimos. Hay en algunos autores literarios una tendencia a aborrecer estos días vacíos de alma y cuerpo (Cioran, Banville, Vila Matas, Bolaño y otros) Agotadas las fiestas, estos días en que celebramos un carnaval desprovisto de máscaras, exhaustos de colesterol y celofán inflamado de sobredosis de ilusión impostada, asisto a una tarde final, final de fiestas, la del día de reyes. La vida en Pamplona algunas tardes es plana, laxa, al límite de la realidad. Más después de días de intensidad gastronómica. Pareciera que la ciudad está llena de grandes gastrónomos. Como los que el Conde de Sert relata en "El Goloso", Una historia europea de la buena mesa, cuando dice que recuerda a un "facha" de finales de los cincuenta que luego de atracarse , y con mucho alcohol en el cuerpo, balbuceaba unas aleluyas: "Beber mucho, comer fuerte y enseñarle los cojones a la muerte". Y es que uno observa los movimientos de la gente, lentos, abultados de comidas y cenas, de plantes y desplantes familiares y de encuentros inesperados y decide retirarse al confín de su hogar en busca de una buena lectura. Me he regalado la ultima novela de Alfredo Bryce Echenique, "Dándole pena a la tristeza". Ya el título me atrae. No es fácil encontrar buenos títulos, pero este autor suele aplicarse en ellos. La historia de una familia limeña, los De Ontañeta Tristán, me sugiere la tocata y la fuga incluida de la ciudad.
Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán. Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por su dramática soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana. Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...
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