Hablar del
Primero de Mayo aquí y en 2007, en la Navarra sobresatisfecha,
sobredimensionada, sobrada de índices de calidad, excelencia, eficacia,
eficiencia y demás ítems valorativos de nuestra calidad de vida, es un
atentado. Ganas de joder la manta. De hacerse el gracioso. Demagogia de saldo o jipitrasnochismo
biodegradable. De no saber de qué va, de
verdad, la realidad social, política y laboral de esta Comunidad. Una tierra llamada a ser la California del Norte. Claro,
hablar de esta efemérides rancia, casi ahistórica, de este evento marxista,
comunista, obrerista, internacionalista o izquierdista es una vaga y delirante
superchería de mal gusto que en esta Navarra feliz no tiene sentido. Hablar del
Primero de Mayo suena políticamente incorrecto a estas alturas de la historia
en la que quedan pocos obreros, aunque haya, eso sí, muchas más obreras y que,
por cierto, ganen menos que ellos. Vale. Pero si no podemos hablar, ni recordar ese Primero de Mayo marcado a sangre y fuego en
la historia del movimiento obrero, ese
que muchos todavía recordamos, hablemos al
menos de los nuevos Primeros de Mayo diarios, de los de cada día. De esos lunes
al sol, un sol que aquí en Navarra es más bien escaso. Y lo hagamos, aunque
vivamos en esta Arcadia radiante que, si bien es cierto que dicen que es feliz,
lo es a costa de algo. Pero sobre todo, de alguien. Y es que esta Comunidad,
tan ufana y satisfecha, con unos agentes sociales absolutamente pesebrizados,
una clase obrera, la del trabajo estable y protegido, instalada en el corporativismo más absolutista
y unos sindicatos mayoritarios muy engrasados por la socialdemocracia más
liberal, se ha olvidado de rendir cuentas ante los verdaderos artífices de
nuestro bienestar entrecomillas. Porque otras nuevas clases obreras,
intangibles e invisibles, son las que
soportan, con su degradación, la
amenazada estabilidad laboral de que disfruta la clase obrera navarra. O la vizcaína o la catalana. Es igual. Si por algo hay que reelaborar el Primero de Mayo es por
la visibilización de esos millones de obreros sin contrato, esos millones de mujeres
que se dejan la vida en las maquilladoras, o por los trabajadores y
trabajadoras sin derechos del sector servicios de las grandes ciudades globales y
los infla asalariados que mueven los macrocomplejos agroindustriales alrededor del mundo. En definitiva
las nuevas subclases obreras globalizadas
divididas en segmentos nacionales, raciales, étnicos y de género. Gente
a la que le cuesta unirse para gritar otros basta ya. Y es que haciendo visible
a esta infraclase obrera y reconociendo
su explotación, pero sin dejar de observar nuestra explotación concentrada en los jóvenes, las mujeres y los
inmigrantes, podremos reivindicar con cierta honestidad el recuerdo de un
tiempo repleto de utopías. Creo que en este día cargado de banderas, faltan
abanderados. Este día absolutamente fagocitado por el gran capital debería servir
para desafiar los números que la artillería de la estadística oficial nos
arroja a la conciencia para seguir pensando que estamos en la mejor
poole position del mundo mundial. Porque
no es verdad. O es una verdad a medias. Y sé que es difícil desmontarla. No
obstante, en esta Navarra que no cabe de gozo, pese a tener el índice de
desempleo más bajo del Estado, no es menos cierto que las tasas de precariedad
y temporalidad son escandalosas. Casi el 27 por ciento de los contratos están
afectados por la temporalidad precaria y sin blindaje social o sindical. Y es
que así, y solo así es posible mantener ese paro estructural dado por aceptable
en todas las mesas de negociación. Y esa gente cada vez es menos libre. Porque
no tener garantizada la existencia es perder autonomía personal. Porque no son ya
los “mileuristas”, sino los ochocieneuristas
los que crecen sin parar: ya son el 57% de la población trabajadora de España, en donde, dicho sea de paso, en los
dos últimos años la remuneración salarial ha pasado de representar el 47,71% al
46,12% del PIB, mientras que los beneficios empresariales han pasado del 41,78%
al 42,25%.
¿Celebrar, recordar,
reivindicar el Primero de Mayo? Uno cree que sobran razones. Pero quizá haya
que redibujar el mapa de la explotación, definir los nuevos sujetos a los que
dirigir la mirada: los millones de excluidos sociales, los que están en la
cuerda floja, la gente que vive en las periferias, los inmigrantes a los que no
se les reconoce el derecho de fuga en busca de la dignidad, las mujeres pobres.
Nuevos territorios de lucha, nuevas subclases y nuevos sujetos que el sindicalismo
no es capaz de integrar en sus agendas. Si para algo puede servir este Día es
para rebasar esa idea que nos domina acerca de la imposibilidad de superar el
capitalismo planetario. Esa que solo nos permite hacerlo más humano y más
benévolo con los pobres. No es verdad.
Porque también se puede organizar la producción, el consumo y las
estrategias de mercado de modo más
democrático y participativo. Porque todavía no está dicha la última palabra.
Este artículo se publicó hace exactamente ocho años en Diario de Noticias de Navarra con motivo del Primero de Mayo. Ocho años desde que se inició la crisis y que ya se barruntaba, aunque en aquella Navarra de entonces, apenas éramos capaces de vislumbrarla. Ocho años en los cuales ha aumentado el caudal de desamparados por los sistemas de protección social, especialmente por el sistema de protección por desempleo, el cual, cada vez es incapaz de proteger y dejar a la intemperie a más "currelas". De todas las frases, las cuales suscribiría con mayor o menor ganas, me quedo con una, esa que finiquita el artículo, "Porque todavía no está dicha la ultima palabra"
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